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lunes, 27 de abril de 2020

Líbano, una olla a presión

Por Redacción Diario Sirio Libanés

Mientras la moneda libanesa se desploma, miles de personas salen a las calles a protestar contra la clase política, en el marco de una cuarentena cada vez más vulnerada.

Se viven días difíciles en las calles del país del cedro. La crisis financiera, económica y social que atrapa al Líbano desde hace meses se acrecentó tras la llegada del coronavirus y la cuarentena obligatoria. Desde hace días, los libaneses  están de vuelta en las calles para manifestarse contra la élite gubernamental.

La economía, ya golpeada, se ha visto muy afectada por la pandemia del COVID-19. El 15 de marzo, el Gobierno libanés impuso  un estado de movilización general como parte de los esfuerzos para contener el brote. Los hoteles, restaurantes y negocios no-esenciales se han cerrado por completo.

Hoy, el aislamiento parece estar sacudiendo no sólo la estructura financiera del Estado, si no que también se siente reflejado en el bolsillo del ciudadano. Es por eso que, durante este fin de semana, las protestas volvieron a las tapas de los diarios libaneses.

En Beirut, cientos manifestantes bloquearon rutas en el centro de la ciudad, donde se registraron incidentes y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad; mientras que en Bekaa y Akkar, también se informaron protestas similares con cortes de rutas y gente en las calles.

Sin embargo, la mayor escalada de tensión se vivió este sábado por la noche en Sidón, donde una pequeña bomba explotó el frente a una sucursal del banco Fransabank. Afortunadamente, no resultaron heridos en el estallido, que rompió los vidrios del edificio.

El ataque a esta sucursal bancaria no es un hecho aislado; durante las últimas protestas, los bancos han sido un blanco de la hostilidad popular hacia uno de los símbolos más fuertes y representativos de la crisis económica y financiera que enfrenta el país. En medio de una crisis de liquidez en dólares, estas instituciones financieras privadas han impuesto controles de capital sin precedentes sobre los retiros y transferencias de clientes, lo que ha generado la ira de los depositantes.

Mientras se llevaban a cabo las protestas, el ministro de Salud -Hamad Hasan- aseguró que "lo que está sucediendo (en las calles) es un peligro inminente que podría socavar todos los logros que se han conseguido" al contener la pandemia de COVID-19. Hasan pidió a los manifestantes que tengan cuidado, mantengan una distancia y usen máscaras, para que no "transfieran el virus de las calles a sus familias".

Las protestas nacionales estallaron por primera vez el 17 de octubre  contra toda la clase política, pero la ira de gran parte de la sociedad ha aumentado en los últimos tiempos a medida que los ciudadanos pierden su poder adquisitivo.

La crisis económica ya ha elevado las tasas de pobreza al 45 por ciento de la población, según las estimaciones oficiales, y se pronostica que la economía se contraerá  el 12 por ciento en 2020, según el Fondo Monetario Internacional.

El Banco Central, en el ojo de la tormenta  

El presidente del Banco Central libanés, Riad Salameh, ha sido el centro de atención durante los últimos días. En medio de la fuerte crisis de liquidez, la decisión institucional de pagar depósitos en dólares en moneda local parece haber sido la gota que rebalsó el vaso.

Salameh ha dirigido al Banco Central en los peores y mejores tiempos desde 1993, y ahora que el Líbano enfrenta su peor crisis económica en tres décadas, está en el ojo de la tormenta.

Desde el conflicto civil interno (1975-1990), pasando por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005, el brutal ataque del régimen de Israel en 2006, y la crisis financiera del 2008, Salameh fue aclamado por muchos como un "héroe" por mantener la estabilidad de la economía y la vinculación de la libra libanesa con el dólar.

De hecho, el jefe de la institución fue reconocido por Euromoney en 2006 como el mejor administrador del Banco Central de un país en el mundo, luego de ser nombrado el año anterior como el mejor regulador en el Medio Oriente.

Hoy, lejos quedó esa imagen. El país enfrenta su peor crisis económica en décadas y solicitó grandes préstamos para financiar el costo de una reestructuración necesaria pero tardía: reducir el gasto, aumentar los ingresos, privatizar las empresas estatales y reducir la deuda nacional.

No sólo los cambios no llegaron, sino que la deuda del Líbano se ha disparado a 92 mil millones de dólares, colocándola entre los países con las relaciones de deuda/PBI más altas a nivel mundial (172%).

El viernes, el premier Hassan Diab, lanzó declaraciones contra el gobernador, lo que provocó que algunos especularan que Salameh podría ser despedido. Sin embargo, las posibilidades de que eso suceda son escasas, ya que las leyes del Líbano estipulan que un gobernador solo puede ser destituido de su cargo si está médicamente incapacitado o si se demuestra que ha cometido actos ilegales.

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