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miércoles, 24 de agosto de 2016

Shehadi: “Los libaneses quieren un Estado fuerte” (Pt. 1)

Por Jodor Jalit

Durante su gira por América del Sur, Shehadi visitó la Argentina y dejó sus impresiones sobre Líbano.

Shehadi visitó la Argentina para participar del panel “Actualidad y futuro de la diversidad en Medio Oriente ” presentado en la Universidad Tres de Febrero. Tras su intervención mantuvo una charla con miembros de la redacción del DSL. A continuación se comparte aquel encuentro:

-La muerte de Rafiq Hariri dio inicio a un proceso político llamado Revolución de los Cedros que impulsó el retiro de las tropas sirias del territorio libanés, pero no impulsó reformas política, económica o social significativas. ¿Por qué considera Ud. que el proceso puede asociarse con las Revueltas Árabes?

-Creo que hay una relación entre lo ocurrido en Líbano en 2005 y las Revueltas Árabes ocurridas en Túnez, Egipto, Siria, etc. porque todas fueron revueltas espontáneas, impulsadas por grupos de jóvenes, sin agenda política o clase dirigencial en contra de un modelo político impuesto.

Otra similitud, aunque negativa, es la cooptación de las revueltas por miembros de la clase política tradicional, en gran parte facilitada por la falta de una dirigencia. Esas características hicieron que las revueltas sean innovadoras, especialmente si tenemos en cuenta las revoluciones del S.XX donde los obreros se rebelaban en contra de un sistema económico.

En Líbano, los movilizados elevaron tiendas de campaña por cada línea política en la Plaza de los Mártires, para brindar un espacio de intercambio sobre diferentes cuestiones políticas. Esto le permitió a una generación que no vivió la guerra separarse de la vieja dirigencia política, liderada por los partidos Movimiento Futuro, Kataeb, Progresista Socialista Libanés, etc.

-Albert Hourani describió la historia política de Líbano entre 1830 y 1975 como un proceso de ‘sucesivos quiebres y armonías’. Ud. rescató esa interpretación en el prefacio escrito para el libro Líbano, Líbano  de Anna Wilson. ¿Cuál es su opinión sobre la historia política de Líbano?

-Durante la década de 1860, ocurrió una guerra civil en las montañas de Líbano y las potencias europeas intervinieron en favor de las comunidades cristianas, generando pánico entre las autoridades otomanas porque la seguridad de los cristianos se transformó en una amenaza al poder turco. La respuesta de Estambul fue el desarrollo de un sistema de poder compartido.

En principio, las potencias europeas se reunieron con el objeto de dividir el Sanjak de Líbano en tres cantones (maronita, druso y ortodoxo). Y seguidamente, los europeos  formaron tribunales para juzgar a los responsables por la masacre de cristianos.

La iniciativa europea no era una novedad, sino más una réplica de lo hecho en Damasco, donde Mehmet Fuad Pasha quien ordenó el castigo masivo de musulmanes acusados de asesinar cristianos, incluido el gobernador su mejor amigo y gobernador de la ciudad. De esta manera, Fuad logró de forma inmediata dos cosas: reafirmar la presencial imperial y evitar la intervención europea.

La actuación de Fuad dio letra a una tristemente célebre de otro destacado historiador libanés, Kamal Salibi, quien en referencia a lo sucedido en Damasco, dijo “Dejaron de colgar gente cuando se quedaron sin sogas”.

En Líbano la situación se complejizó cuando la iglesia maronita rechazó cooperar con los tribunales europeos, argumentando que la responsabilidad era de la comunitaria y no individual. Además, la iglesia maronita propuso el diseño de un sistema de gobierno donde el poder se distribuyó entre las diferentes comunidades para garantizar la convivencia pacífica.

Así, en 1864 toda la montaña se constituyó en una entidad política, gobernada por un representante otomano-cristiano, acompañado por un consejo de representantes de cada comunidad. Este arregló, Mutesharrafia, se mantuvo en pié hasta la 1ra. Guerra Mundial, y se caracterizó por la estabilidad política y crecimiento económico, y se resume en el título del libro de Engin Akarli, La Paz Duradera (The Long Peace).

Tras el final del conflicto mundial, y el advenimiento de la independencia, los franceses intentaron imponer una constitución laica. La iniciativa fue rechazada por Michel Chiha, quién logró dar continuidad a la práctica de poder compartido característica de las regiones de montaña a partir de 1864.

A partir de entonces, la política de Líbano se encuentra marcada por el enfrentamiento entre dos proyectos estatales: uno laico y otro confesional. Y a pesar de que el modelo laico triunfó en la región, no lo hizo en Líbano, sin perjuicio alguno para sus ciudadanos que mal o bien han transitado 60 años de convivencia.

Hoy, los libaneses se están revelando contra ese Estado. Los libaneses quieren un Estado fuerte, con servicios sociales y presencia de las FFAA. Resumiendo, un ‘Estado moderno’. Y esto representa un nuevo quiebre a la harmonía que se observó desde la independencia.

NdR: Nadim Shehadi es Miembro Asociado de la Chatham House, Director del Centro Fares de Estudios Mediterráneos del Este de la Escuela Fletcher de Leyes y Diplomacia de la Universidad Tufts, compartió sus opiniones sobre Líbano.

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