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miércoles, 26 de septiembre de 2018

La economía siria vuelve a arrancar

Por Pablo Sapag M.

El autor analiza la evolución de las principales variables económicas, a la luz del actual proceso de reconstrucción.

Desde 2011 la crisis siria ha supuesto la mayor debacle económica del país desde su Independencia en 1946. Las pérdidas superan los 200.000 millones de euros en una Siria con un PIB de 74 mil millones en 2011 y cuya contracción ha sido de entre el 45% y el 55%.

Los sectores más importantes han resultado especialmente afectados. Así, el agrícola –ya castigado por la sequía previa a la crisis y una de las muchas causas de la misma-, la modesta industria petrolífera y el sector turístico han sido más sensibles al tipo de conflicto en Siria, desordenado y sin frentes fijos.

En el caso del turismo, por ejemplo, si en 2010 Siria recibió casi nueve millones de visitantes, en 2017 apenas 1.500.000. Junto a la caída de la producción, un desempleo solo paliado por la salida del país de casi cuatro millones de sirios, lo que explica cómo a pesar de todo el paro no supera el 15,8%.

Mientras, la inflación se ha situado en el 26% y la moneda se ha devaluado varias veces. Si en 2010 un dólar cotizaba a 50 liras sirias, en los peores momentos de la crisis se llegaron a pagar 560 liras por dólar.

El tipo de cambio, sin embargo, es muy revelador de la mejora de la situación. En septiembre de 2018 un dólar cotiza de manera estable, desde hace cinco meses y con larga proyección futura a unas 435 liras sirias. Un espectacular rebote que representa una recuperación del 25% del valor de la lira frente al dólar, con lo que ello supone respecto al control de la inflación y el reforzamiento de los recursos estatales.

Al margen de cifras, la recuperación del tipo de cambio es evidente por el celo que las autoridades han vuelto a poner para que el Banco Central controle las divisas que entran al país, especialmente sobre el mercado informal, por ejemplo en zocos y mercados, donde hasta hace un año, cuando las prioridades eran otras y los visitantes muy escasos, era posible comprar cualquier cosa tanto en moneda local como extranjera. Hoy es mucho más difícil.

La evolución del tipo de cambio no solo refleja sensaciones, también realidades. Al liberarse la mayoría del territorio que ocupaban los grupos armados sublevados contra el Estado, se ha reanudado la producción petrolera estatal, el trabajo agrícola y se han reabierto las principales vías de comunicación, lo cual ha permitido reactivar el depauperado mercado interno y reducir paulatinamente la inflación.

El litro de gasolina, que antes de la crisis costaba 15 liras -treinta céntimos- hoy se vende en todas los surtidores de la autopista que vertebra el país de norte a sur a 250 liras, es decir, a unos 50 céntimos de euro. Las expectativas indican que en 2020 Siria habrá recobrado en términos absolutos su PIB anterior a 2011, aunque el poder adquisitivo tardará años en recuperarse en un país donde los sueldos medios mensuales oscilan entre los 80 y los 110 euros, lo que fuerza a muchos a tener una segunda ocupación o a depender de las remesas que reciben del exterior.

Una de las ventajas comparativas de Siria frente a otros países que han vivido graves convulsiones, es que el aparato estatal ha resultado intacto en su función planificadora. Por eso las prioridades económicas son claras y no se producen excesivas disfunciones.

Lo primero es la recuperación de los servicios, una realidad en buena parte de la Siria urbana. En Damasco, Homs, Alepo, Hama, Tartus, Lataquia, Sweida, Deraa, Hasaka, Qamishli o Masyaf hay, salvo excepciones, luz eléctrica y agua las 24 horas del día, cosa que no sucedía hace un año y medio atrás, ni siquiera en los mejores hoteles de Damasco. Así lo destacan los sirios de a pie, que al ser consultados, muchas veces en medio de barrios con viviendas muy dañadas o todavía sin desescombrar, indican que tienen agua, luz, teléfono e incluso Internet. Fuera de las grandes ciudades los cortes de energía son más frecuentes y aún hay dependencia de generadores.

La energía eléctrica es un indicador clave de la recuperación porque en Siria la mayoría de la producción es por centrales de ciclo combinado, lo que exige su alimentación a través de petróleo. Así, la normalización del servicio eléctrico indica que también se ha ido recuperando la producción petrolera, visible al observar cómo la refinería de Homs ha vuelto hace ya un año a funcionar las 24 horas del día.

La electricidad también permite reanudar la actividad industrial, paralizada por la ocupación y destrucción de fábricas. Significativa es la recuperación de la actividad en el este de Alepo o en la ciudad industrial de Adra, en la periferia damascena. Ambas zonas suman ya su producción a la que sale de los polos industriales de Hassia, en Homs, y de Hama, donde desde hace un año vuelven a ensamblarse vehículos de marcas chinas e iraníes.

La recuperación de la actividad industrial es visible también en la vuelta de muchos empresarios locales que con la crisis se fueron al Líbano o más allá. Si hace dos años entregaban una tarjeta de visita con una dirección de Líbano u otro país, hoy ya ofrecen datos que permiten localizarlos en Siria y a través de teléfonos móviles locales. Esos empresarios son hoy visibles en todas las ciudades y muy particularmente en Alepo, donde después de seis años ha reabierto el Hotel Sheraton, por ahora para atender a hombres de negocios más que a otro tipo de pasajeros.

Además de sirios es ya posible volver a ver a empresarios extranjeros, que en los hoteles de primer nivel comparten el espacio con miembros de la ONU y otras organizaciones, por años casi los únicos extranjeros en esos establecimientos. Esos empresarios y técnicos foráneos no son solo rusos, chinos o iraníes. Los hay, de entre otras nacionalidades, brasileños y argentinos, muy importantes en la industria azucarera o de la importación y exportación, por ejemplo de la cada vez más popular en Siria, yerba mate. Introducida hace décadas por emigrados sirios al Cono Sur americano, hoy es omnipresente al ser más económica que el café, más fácil de preparar en situaciones como las que ha vivido Siria y con propiedades que complementan una dieta para los sirios de a pie todavía hoy por debajo de lo recomendado.

La mayor actividad económica se nota también en el número de expositores en la Feria Internacional de Damasco. Después de cinco años suspendida, en 2017 volvió a celebrarse. En la edición de 2018, la de su 60 aniversario, acaban de participar 48 países de manera directa o a través de instituciones empresariales de los mismos. Junto a ellos 1700 empresas entre nacionales y extranjeras, que han exhibido sus productos y cerrado acuerdos en los 90 mil metros cuadrados del recinto ferial cercano al Aeropuerto Internacional de Damasco.

En el caso de Brasil, por ejemplo, al pabellón oficial auspiciado por una Embajada que funciona en Damasco a pleno rendimiento, llegaron numerosos directivos de empresas públicas, privadas y mixtas. Entre otros resultados, la posibilidad de que Brasil construya en Siria ni más ni menos que la tercera refinería de petróleo del país árabe.

Otro indicador es la vuelta de la publicidad comercial a la televisión y las vallas de las ciudades. En el primer caso, durante el pasado Ramadán en mayo y junio, los bloques publicitarios superaban en ocasiones los 10 minutos cuando en años anteriores apenas había uno o dos spots.

Es en Ramadán cuando se dispara el consumo de televisión de musulmanes y cristianos sirios al estrenarse en ese periodo las teleseries de mayor presupuesto y otros programas de entretenimiento que se emiten cada día al romperse el ayuno. A diferencia de años anteriores en que como mucho se anunciaban productos alimenticios relacionados con el Ramadán, este 2018 se han publicitado desde coches hasta mobiliario de hogar. Muchos anuncios han correspondido a marcas de yerba mate importada de Argentina, otro país que tiene su Embajada en Damasco funcionando a pleno rendimiento.

En cuanto a las vallas, los anuncios también son variados. Llaman la atención los de empresas vinculadas al sector de la construcción, algunos explicitan claramente su “compromiso con la construcción de Sira”. En barrios como Abu Rumane y Muhajirin en Damasco o Azaziye en Alepo, incluso han vuelto a anunciarse clínicas de belleza y cirugía estética.

En cuanto a los otros sectores, el agrícola ha rebotado por sí solo en cuanto los grupos armados han sido derrotados en la mayoría de las zonas rurales y se han reabierto las principales vías por las que se comercializan los productos. Los mercados están surtidos en todas las regiones del país y los precios, para los sirios de a pie aún altos en comparación a 2010, al menos se han estabilizado.

La planificación estatal ha resultado clave para relanzar el tercer sector de la economía siria. Desde el comienzo de 2018 se busca recuperar a parte de los turistas perdidos. Ya en febrero de 2018 en Fitur el Director de Marketing del Ministerio de Turismo, Bassam Barsik, indicó en Madrid que el objetivo es cerrar el año con al menos medio millón de turistas más que en 2017.

Se busca también captar un turista no esencialmente religioso porque prácticamente el total del millón y medio de turistas de 2017 eran peregrinos iraníes, iraquíes y libaneses que visitaban el santuario chií de Sayida Zeinab al sur de Damasco o el de Bab Sagir, en la propia capital. Ese tipo de turistas realiza visitas cortas, centradas en la peregrinación y con poco nivel de gasto.

Recientemente se ha reanudado el turismo de peregrinos de Rusia y otros países europeos de mayoría cristiana ortodoxa, que además de Damasco, visitan Maalula, Sednaya, Wadi al Nasara (Valle de los Cristianos) y, en ocasiones, Alepo. Suelen gastar más pero aún son pocos. El objetivo es captar turistas libaneses o de otros países de la región y poco a poco de más allá, especialmente sirios de la emigración histórica en Australia, Canadá, Estados Unidos y varios países latinoamericanos.

Se calcula que antes de la crisis los regresos de esos expatriados suponían entre el 10% y 20% de las entradas al país con pasaportes extranjeros. Esos sirios dejaron de viajar a la Madre Patria con motivo del estallido de la crisis pero su conocimiento de una realidad siria en la que la situación de seguridad se ha estabilizado, permite volver a verlos después de siete años de ausencia.

De ello son conscientes las empresas del sector. Sabedora de que España concentra el grueso del tráfico de pasajeros entre América Latina y Europa, desde donde en muchos casos se viaja a Líbano y de ahí a Siria, la Middle East Airlines (MEA) libanesa ha empezado a volar desde el 16 de junio con tres frecuencias semanales entre Madrid y Beirut. Una parte importante del pasaje son sirios y libaneses de la emigración en Latinoamérica, según ha reconocido el agregado comercial de España en Beirut.

A la reactivación del turismo, aunque por ahora solo de nicho, contribuye la reapertura de todos los pasos fronterizos con Líbano, de tres pasos con Iraq y de la inminente reapertura del paso de Nassib con Jordania, que permitirá a Siria recuperar su condición de hub comercial entre el Golfo y el Mediterráneo.

Los vuelos entre Teherán, Ereván, Kuwait –25 semanales-, Sharjaj, Dubai, Abu Dhabi, Muscat, Jartum, Bagdad, Nayaf, Basora o Amman y el Aeropuerto Internacional de Damasco han roto con el aislamiento de casi cinco años en los que el aeródromo de la capital siria solo se abría ocasionalmente. También operan con vuelos internacionales los aeropuertos de Lataquia y Qamishli e intermitentemente el de Alepo para vuelos nacionales.

Tras el conflicto surgen con mucha fuerza el sector de la construcción y el sanitario. En cuanto al primero, cerca del 40% de las infraestructuras sirias han resultado dañadas. Carreteras, vías férreas, torres de alta tensión, depósitos de agua, escuelas, universidades o centros de salud y hospitales han sufrido daños que el Estado se apresura a reparar con su propio presupuesto o con créditos de Rusia, Irán y China.

Situación distinta es la de las viviendas. Se calcula que el 20% del parque sirio ha resultado dañado. De ese total previsiblemente un 10% habrá de ser demolido completamente. Son solo las viviendas alcanzadas por proyectiles de artillería de gran calibre o misiles lanzados desde el aire. Suelen ser edificios en los perímetros exteriores de los barrios y pueblos tomados por los grupos armados.

Ni siquiera los barrios más afectados, como el de Bab Amro o Al Waer en Homs, alguno de la zona este de Alepo o Yarmuk, Hajjar al Aswad, o Douma en la periferia damascena, habrán de ser derribados por completo. En ellos se calcula que entre el 15% y el 60% de las edificaciones serán demolidas. En esos casos ya hay planes llamados “maestros” que contemplan que quienes demuestren de acuerdo a la Ley 10 y en un plazo de un año haber sido propietarios de una vivienda en una de las edificaciones que serán derribadas, recibirán otra para vivir o vender o alquilar de acuerdo a la lógica del mercado.

Por eso en Siria, más que reconstrucción total habrá un gran proceso de rehabilitación de viviendas. Autoridades y organizaciones civiles que llevan ya años rehabilitando casas, calculan que se necesita un presupuesto aproximado de 1.120.000 liras sirias (2.300 euros) por unidad para en su caso desescombrar, reponer marcos de ventanas y puertas, cristales y conducciones eléctricas y de agua si fueron arrancadas. Frente a la reconstrucción, la rehabilitación permite acelerar el proceso de retorno de desplazados, genera puestos de trabajo y evita una dependencia exterior al ser el propio mercado sirio el que proporciona los materiales de construcción.

En el sector sanitario hay dos cuestiones. Una es la infraestructura, los edificios de hospitales y centros de salud, que antes de la crisis en Siria acogían el 90% de las asistencias. El Estado reconstruirá con su presupuesto lo que pueda. Su mayor problema, sin embargo, es el equipamiento, casi siempre de importación y por tanto mucho más caro.

Durante el conflicto aquellos hospitales arrasados por completo como el de Jisr al Shugur en Idlib, perdieron todo su instrumental. En otros casos, los años en que Siria ha estado sometida a embargo han dejado fuera de servicio aparatos de diagnóstico y otro instrumental sofisticado. Por ahora Siria no tiene claro cómo podrá responder a esa situación con hospitales que funcionan desbordados y sin la renovación del instrumental. De hecho hoy en Siria el principal problema son las muertes por cánceres que no se pueden tratar.

Una posible solución pasa por abrir el sector a empresas privadas que tengan más facilidad que el Estado sirio para sortear el embargo. La otra opción es contratar puntualmente los servicios de clínicas privadas de alto nivel que operan en ciudades como Damasco, Alepo, Marmarita, Lataquia o Homs. Ninguno de esos centros ha resultado afectado por el conflicto y ya son vistos como una posible fuente de atracción de divisas al ofrecer tratamientos para extranjeros residentes o turistas sanitarios.

Por lo que se ve en ese y otros sectores, está claro que algo se mueve, y rápido, en la economía siria. Una ventana de oportunidad que algunos países y empresas ya están aprovechando. Además de los BRICS, otros latinoamericanos más allá de Brasil, que si aún no lo han hecho, se aprestan a normalizar su actividad diplomática para acompañar al flujo de empresas internacionales y de turistas que ya han empezado a volver a Siria.

 

 

Nota: Pablo Sapag M. es profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid y autor de “Siria en perspectiva” (Ediciones Complutense). Nota publicada en elmundofinanciero.com (España).

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