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jueves, 18 de octubre de 2018

De Damasco a Idleb y vuelta al Cham

Por Pablo Sapag M.

A lo largo de los siete años que Damasco ha vivido asediada, sus habitantes pero también los casi cuatro millones de desplazados internos que elevaron su población hasta los siete millones de almas, han escuchado más que nunca a Fairuz.

No hay instante en que la voz de Fairuz  no se oiga en Damasco. La legendaria intérprete libanesa que ha cantado también a Al Quds (Jerusalén), Beirut, Bagdad o Kuwait lo ha hecho, sobre todo, a Cham.

Ese es el otro nombre con el que se conoce Damasco, uno que precedido por un artículo se confunde con el de la Siria histórica o la actual.

Como el poeta palestino Mahmud Darwish y de la mano de las composiciones de quien fuera su marido Assi, su cuñado Mansur y su hijo Ziad Rahbani, Fairuz ha puesto voz a la esencia de Damasco. Como los versos de Darwish, Fairuz rinde tributo a la rosa y al jazmín, al río Barada, al Monte Qasioun y a la luz damascena. Como el vate, también y sobre todo, canta a una ciudad milenaria y su civilización.

Por eso, y a lo largo de los siete años que Damasco ha vivido asediada, sus habitantes pero también los casi cuatro millones de desplazados internos que elevaron su población hasta los siete millones de almas, han escuchado más que nunca a Fairuz.

Han querido así poner en perspectiva un padecimiento sin límites al que por lo mismo han sabido resistir. Desde junio pasado,  Damasco y toda su provincia están libres de los combates que estos años se libraron en Mohadamiya, Daraya, Yarmuk, Hayyar al Aswad, la Ghouta Oriental e incluso en zonas tan céntricas como la Plaza de los Abasidas.

Todavía padeciendo las restricciones del embargo impuesto a Siria y de unos salarios afectados por la devaluación de una lira siria que, no obstante, comienza a recuperarse, los damascenos ya tienen luz y agua las 24 horas del día.

Tanto en la milenaria Ciudad Vieja como en los distritos más modernos de Muhajirin, Kafar Soussa, Mezze, Dummar o el de Ruk al Din, donde desde siempre residen muchos kurdos sirios, se han levantado la mayoría de los checkpoints. Se hace así más llevadera la vida en la capital de un país que ya siente el final de la crisis.

Lo anuncia la reapertura de embajadas o la concurrencia de países y empresas extranjeras, por ejemplo de Brasil y Argentina, a la reciente Feria Internacional de Damasco y otros encuentros consagrados a la reconstrucción.

También el acuerdo de Sochi entre Rusia y Turquía con el visto bueno de Siria e Irán para que la última provincia de Siria al margen del control de Estado vuelva a Siria, a ser posible, sin combates.

Los grupos armados que actúan en Idleb, entre ellos Tahrir Hayat al Cham, la marca de la organización terrorista Al Qaeda en Siria, pueden deponer su armamento pesado, deshacerse de los miles de yihadistas  extranjeros que engrosan sus filas y facilitar la salida de civiles hacia la zona de Idleb controlada por el Estado a través del paso de Abu Duhur. Se quiere así limitar al máximo la acción armada y favorecer los procesos de reconciliación nacional que han servido para pacificar otras zonas de Siria. Incluyen amnistía y la posibilidad de que los milicianos de organizaciones no terroristas se incorporen al Ejército regular o a la policía sirios.

El resultado final también dependerá de otros actores. Horas después del acuerdo de Sochi, Israel volvió a atacar Siria desde el espacio aéreo libanés.

La defensa antiaérea siria respondió y un avión de reconocimiento ruso a cuya sombra se escondía uno de los cazas israelíes resultó alcanzado. Murieron sus 15 ocupantes.

Moscú responsabilizó a Israel y de inmediato aprobó la entrega de las baterías de defensa antiaéreas S-300, adquiridas por Siria años antes pero retenidas a petición de EE UU, Israel y otros.

El error de cálculo israelí, motivado por su afán de hacer fracasar el acuerdo de Sochi, paradójicamente ha conseguido lo contrario. Hoy los grupos armados de Idleb ya saben que será complicado que alguien les ayude a dilatar la derrota. Los S-300 hacen muy difícil operaciones como las de otros episodios del conflicto en Siria, cuando Francia, EE UU y Reino Unido atacaron posiciones sirias escudándose en el supuesto uso de unas armas químicas que según la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Siria no tiene desde 2014.

Será largo y con avances y retrocesos pero Idleb quedará bajo control del Estado sirio.

Lo sabe también una milicia kurda a la que EE UU abandonó a manos de los turcos en Afrín a principios de 2018 y que hoy negocia con el Estado sirio el futuro de los emplazamientos desconectados unos de otros en los que aún opera en el noreste del país.

Las letras de las canciones de Fairuz y los poemas de Darwish destilan la palabra sabri. Una paciencia llena de sabiduría y capacidad de resistencia de la que la milenaria Damasco está sobrada.

En la ciudad hija del tiempo saben que, antes o después, Idleb y toda Siria volverá a ver la luz del Cham.

 

 

Nota: Pablo Sapag M. es profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid y autor de “Siria en perspectiva” (Ediciones Complutense). Nota publicada en theprisma.co.uk (Gran Bretaña), la versión en inglés puede encontrarse en este enlace .

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