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jueves, 22 de septiembre de 2022

Historia del Patronato Sirio Libanés

Por Arq. Eduardo Azize

Documentada reseña histórica sobre una institución clave, única en su género y sin precedentes, que fungió de protectora de la primera inmigración siriolibanesa y llegó a desarrollar luego una amplia acción social y benéfica de la que formaron parte los Servicios Médicos Siriolibaneses.

Eran momentos difíciles para los hombres de habla árabe que intentaban radicarse o ya se habían afincado en la Argentina, que para inicio de la década de 1920 se calculaba en más de cuatrocientas mil personas distribuidas en todo el país.

No contaban con una reconocida protección, excepto la de parientes y amigos, ya que hasta entonces carecían de un organismo que los protegiera o que interpusiera sus oficios en los casos en que ciertos funcionarios imposibilitaban el desembarco de compatriotas.

Antes de haberse constituido el Patronato Sirio-Libanés, la Dirección General de Inmigración dirigió con fecha 20 de Enero de 1928 una nota reservada al Ministerio de Relaciones Exteriores, restringiendo la inmigración de sirios y libaneses al país, cuya consecuencia fue la negación de la visa de los documentos en Beirut por parte del viceconsulado argentino.

Sin embargo, los comisionistas, aprovechando el desconocimiento geográfico, lograban visas para llegar hasta Montevideo, convenciéndolos que después era solo cuestión de cruzar el río. Como consecuencia, casi todos los días las crónicas de los diarios metropolitanos registraban las noticias de su hundimiento en frágiles embarcaciones que tomaban en Montevideo, teniendo por objetivo entrar en la República Argentina, y en otros casos eran asaltados en medio del viaje y arrojados al río.

Con fin regularizar esta situación, el 28 de marzo de 1928 se funda el Patronato Sirio Libanés de Protección al Inmigrante.

La nueva entidad obtuvo su personería jurídica el 4 de junio de 1928 y fue anotada en el Registro de Asistencia Social del Ministerio de Relaciones Exteriores bajo el número 92, siendo una de las primeras entidades inscriptas.

El primer estatuto formulaba los propósitos de protección al inmigrante, con las principales disposiciones de guiarlo, distribuirlo en el interior del país y orientarlo en sus primeros pasos, proteger y ayudar a las familias necesitadas y dar trabajo a los desocupados.

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Única en su género

Fue una institución única en su género, sin precedentes en otros lugares del mundo donde se hubieran radicado emigrantes de los países árabes. La prensa en general se había hecho eco de la fundación del Patronato, y el diario “La Nación” le dedica su editorial del 20 de abril de 1928 con conceptos elogiosos.

En sus primeras actuaciones, las autoridades del Patronato chocaron con el desinterés de la Dirección General de Inmigración (actualmente Dirección de Migraciones) para contribuir al fomento de la inmigración sirio-libanesa.

A pesar de esa oposición, todas las gestiones realizadas para los inmigrantes de Siria y el Líbano (por entonces solamente Siria, que luego de la caída del imperio otomano y merced a la acción del colonialismo franco-británico fue dividida en los modernos estados de Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Irak y Kuwait) fueron favorablemente resueltas, como lo prueba la circunstancia de haber hecho ingresar en el país, en el primer año de su existencia, a 834 compatriotas.

Paulatinamente, mediante las gestiones del Patronato comenzaron a solucionarse los problemas de radicación, documentación, ingreso de familiares, etc.

El caso del vapor “Córdoba”

Un ejemplo del rechazo que se otorgaba a los procedentes del Cercano Oriente, fue el referido a los inmigrantes llegados a este puerto a bordo del vapor (como se denominaba entonces a los barcos trasatlánticos) “Córdoba”, en enero de 1928, que produjo en su momento un gran revuelo.

No hubo órgano de publicidad que no se hiciera eco de las justas protestas que en el ánimo de todos motivaron las injusticias de que fue víctima ese conglomerado de personas que ciegamente había entregado su suerte a los comisionistas. El Patronato tomó cartas en el asunto desde los primeros momentos.

A bordo del citado vapor venían varios cientos de inmigrantes con destino a los puertos de Brasil, Uruguay y la Argentina.

Los 47 inmigrantes que iban al Brasil no fueron aceptados, alegándose como pretexto el estar atacados de “tracoma”. Con destino a Montevideo venían 130 compatriotas con toda su documentación perfectamente visada. Las autoridades uruguayas, influenciadas quizás por la mala impresión ocasionada por el impedimento del Brasil, hicieron que el buque fondeara en medio del río, alejado de la costa, como si fuera portador de un contingente de leprosos. A nadie se le permitió acercase, ni aun a los mismos parientes ya radicados que, angustiados, sólo anhelaban cambiar con sus familiares palabras de afecto.

Entre los destinados a la República Argentina había inmigrantes, como pudo verse luego, que llenaban perfectamente todos los requisitos exigidos por las leyes en lo que respecta a la documentación y estado de salud.

Ante la posibilidad de que a éstos se les negara el desembarco sin comprobarse previamente, el Patronato exigió que todos aquellos fueran objeto de una minuciosa revisación médica para constatar su estado de salud sin dejar lugar a dudas.

La Dirección General de Inmigración, en esta oportunidad, acogió favorablemente la iniciativa, y en esa ocasión se constituyó a bordo el Sr. Moisés José Azize con los médicos del Patronato, que participaron de las tres revisaciones que les efectuaron especialistas en la materia del Ministerio de Salud Pública de la República Argentina.

Las suposiciones de que los 160 inmigrantes con destino a Buenos Aires no podían estar atacados todos ellos de “tracoma”, se vio corroborada, habiendo sido rechazados sólo 16, que regresaron a su país de origen por padecer de la citada afección.

Las gestiones no fueron solamente para aquellos que tenían su visa para este puerto, sino que se hizo extensiva a todos los demás, pues, aunque sus documentos estaban visados para el Brasil y el Uruguay, su destino real era la Argentina.

Fértil gestión y eficaz protección

Antes de cumplir un año de fundado, el Patronato contaba con 1300 socios, cuyas contribuciones servían para hacer frente a los primeros gastos que demandaba el sostenimiento de la institución.

A poco de existir, la comisión directiva envió a dos miembros en gira por Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Jujuy, para comprobar la posición legal y social de sus connacionales.

Se nombraron 250 representantes oficiales en las distintas localidades del interior, y se crearon oficinas en Beirut, Marsella, Río de Janeiro y Montevideo, logrando de esta manera monitorear todo el recorrido de los barcos que transportaban a los viajeros procedentes del Cercano Oriente, siendo la única institución de una colectividad extranjera en cualquier lugar del mundo que velaba por la seguridad de sus integrantes desde la salida de sus países de origen hasta su llegada a destino.

Una vez creada la agencia de Beirut, entonces puerto de Siria, se designó allí a Halim Majdalani como representante del Patronato, quien controlaba los requisitos a llenar por el emigrante previamente al embarque.

De esta manera se evitó que siguieran siendo víctimas de los comisionistas, a la vez que, al partir en forma legal, se aseguró su desembarco en Buenos Aires.

La intervención del representante del Patronato en Beirut dio a los comisionistas un golpe de muerte. Además, la agencia contaba con un médico que revisaba detenidamente a los aspirantes a emigrar, para evitar las ulteriores molestias que pudiera ocasionar un rechazo a la llegada al puerto de destino.

Un empleado de la agencia acompañaba al emigrante en sus últimas diligencias en la tierra natal y comunicaba telegráficamente al Patronato su partida, y al llegar a Buenos Aires era recibido en el puerto.

En algunos casos, el vicecónsul argentino escribía directamente al Sr. Moisés José Azize, y éste se encargaba de la recepción y de los trámites del recién llegado

En el Uruguay se nombró representante a Nasim E. Adala, evitando el Patronato de esta manera que siguieran siendo víctimas de los comisionistas aquellos desafortunados a los que se impedía el desembarco en Buenos Aires o que por ignorancia o por engaño de los comisionistas de Marsella se los hacía desembarcar allí. Para evitar este engaño, el Patronato designó a Abraham Abd-el-Jalil como su representante en Marsella.

Crisis institucional: la mano de Francia

El 28 de julio de 1930 el Patronato envió a su gerente general en misión a Siria y al Líbano para tratar con ambos gobiernos el establecimiento de una oficina de inmigración, para evitarles problemas a los emigrados.

Sin embargo, el Alto Comisario francés impidió su el desembarco en Beirut por orden del gobierno francés, pese a que el embajador de Francia en la Argentina, Sr. George Clinchant conocía el motivo de su viaje y a que contaba con la correspondiente visa, fracasando también la gestión del cónsul argentino en Beirut, quien junto al representante del Patronato en esa ciudad se entrevistó con el Director General de Seguridad.

A pesar de que la entidad había obtenido desde un inicio en forma inmediata su personería jurídica, hacia fines de 1930, la Dirección General de Inmigración dejó de reconocer de hecho sus derechos para efectuar trámites en representación de terceros, asociados o indigentes.

Esta nueva conflictiva situación generó una grave crisis institucional, ya que muchos asociados que ya habían obtenido los beneficios del Patronato dejaron de abonar su cuota social, como consta en la Memoria de 1930, y un intenso intercambio de expedientes entre el Patronato y la Dirección General de Inmigración, además de un petitorio para la reconsideración de la medida, firmado en 1932 por casi todas las instituciones de la colectividad en la Capital Federal existentes en la época, en defensa de los derechos del Patronato y de la comunidad en general.

Una vez obtenido el logro de que a los emigrantes del Cercano Oriente se le reconocieran los mismos derechos que la Ley Avellaneda acordaba a los europeos, el Patronato reformó los Estatutos parta ampliar su labor y extender su acción a otros aspectos sociales, como la beneficencia en sus más variadas orientaciones, lo que permitió que el Ministro de Hacienda de la Nación, por Resolución del Gobierno Nº 679, de 1937, declarara al Patronato “entidad de beneficencia y de bien público”.

En una etapa posterior se formó una comisión consultiva, que estaba formada por distinguidas personalidades de la comunidad.

El Presidente Honorario

En el Estatuto modificado en 1929, se estableció que el presidente honorario de la institución sería el Presidente de la Nación, y que serían socios honorarios quienes habían prestado servicios especiales, previa autorización de la Comisión Directiva. Su primera presidencia honoraria la aceptó gustoso el entonces Presidente de la Nación, Hipólito Irigoyen.

Su capital social, que en principio fue aportado por la primera comisión, se fue incrementado en forma gradual, especialmente por las donaciones del Banco Sirio Libanés del Río de la Plata, que había establecido en sus Estatutos, por disposición expresa de su fundador Moisés José Azize, que un porcentaje de los ingresos de esa entidad financiera fuera destinado a obras de beneficencia (Estatutos, Cáp. IX, art. 44), por los aportes personales y por las cuotas sociales.

Sede propia y servicios médicos

A poco de creado, el Patronato se abocó a la obtención de una sede propia, ya que sus oficinas funcionaban en Alsina 659, sede de la empresa Azize Hnos., y después en la Av. 9 de Julio 763, en un edificio cedido gratuitamente por Elián José Azize para los recién llegados a quienes no se admitía en el Hotel de Inmigrantes (la Constitución Argentina señala “fomentar la inmigración europea” y ellos venían del Asia Menor).

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Esta situación cambió cuando la institución adquirió una sede en Reconquista 970/978, con una construcción antigua que fue demolida con el objetivo de levantar en su lugar un nuevo edificio de cinco pisos, el cual debido a la crisis de ese tiempo (la gran depresión mundial de 1930) quedó solo en el primero, en donde funcionaron los Servicios Médicos Siriolibaneses, con consultorios externos públicos y gratuitos, y las dependencias del Patronato.

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A medida que se iba ampliando el radio de acción de la entidad y mejoraba la situación económica de la colectividad, los Estatutos se reformaron por tercera vez para permitirle la creación de un establecimiento hospitalario, la fundación de escuelas y colegios, la creación de asilos para ancianos y huérfanos y de bibliotecas y de toda otra obra que significara una contribución al progreso de la Nación.

Esta última reforma, aprobada en asamblea el 18 de febrero de 1943, inmediatamente reconocida por el gobierno del presidente Ramón Castillo, determinó que en adelante la asociación llevara la denominación de Patronato Sirio Libanés – Asociación de Beneficencia, de Cultura y de Protección al Inmigrante.

Acción benéfica y social

Las obras de beneficencia realizadas comprendían ayudas con dinero a las familias necesitadas, donaciones de víveres y ropas, trámites y gestiones ante las reparticiones públicas, atención médica, entrega de medicamentos y procura de internaciones en los hospitales locales.

También existían comercios de distintos rubros que hacían descuentos especiales a los asociados, y agencias de viajes, controladas por un representante del Patronato, que vendían pasajes con grandes beneficios. Poseía una sección de Bolsa de Trabajo y contribuía con los connacionales del interior proveyéndolos de personal apto y honesto para el comercio, la industria y las actividades rurales, mediante el pago de los pasajes.

En los días patrios argentinos y también cada dos meses, se entregaban bonos correspondientes a paquetes de víveres, que eran repartidos por intermedio de las comisarías a pobres e indigentes, sin distinción de nacionalidad o religión.

La prensa en general se hacía eco de estos actos benéficos, y diariamente las informaciones referidas al Patronato se irradiaban por LS9 Radio La Voz del Aire, en la Audición Sirio-Libanesa. A partir de 1942 el Patronato comenzó a publicar su Boletín Informativo.

Ese mismo año comenzaron las gestiones para la fundación de un verdadero hospital vecinal con internado, de servicio gratuito, con sala de primeros auxilios y consultorios externos. Los Servicios Médicos Gratuitos se inauguraron el 20 de mayo de 1944 y fueron bendecidos por S.E.R. Mons. Dr. Miguel de Andrea, y fue su director el Dr. Guillermo Obeid.   

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Todo el cuerpo médico atendía gratuitamente, abarcando las más variadas especialidades: clínica general, anatomo patología, cardiología, otorrinolaringología, neurología y psiquiatría, pediatría, odontología, oftalmología, ginecología, obstetricia y tisiología, y contaba con radiología y laboratorios.

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Con el establecimiento de respectivas relaciones diplomáticas entre la República Argentina y la República Árabe Siria y la República del Líbano, cuyas embajadas asumieron la representación de los inmigrantes, el Patronato resolvió su disolución, y conforme al art.24 de sus Estatutos, los bienes sociales pasaron a poder del Club Sirio Libanés “Honor y Patria”.

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