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lunes, 28 de marzo de 2016

Alume (Parte 2): “Quien tiene un Para qué…puede soportar cualquier Cómo”

Por Jodor Jalit

El Dr. Hugo Said Alume, esposo y padre, maestro y filósofo de la vida, nos regala una lectura que atraviesa todas las fronteras de género literario y excede a cualquier práctica profesional para reflexionar sobre la muerte y abrir la puerta a una vida plena.

Antes de la presentación de su último libro “Quien tiene un Para qué…puede soportar cualquier Cómo: El médico, el enfermo y la vida” el día 30 de marzo a las 18hs. en el Auditorio Monseñor Derisi de la Universidad Católica Argentina (Alicia Moreau de Justo 1400), el Dr. Alume conversó con miembros de nuestra redacción. A continuación, la segunda parte de la entrevista:

La muerte invade cada espacio del libro, y está especialmente en su especialidad, oncología. ¿Cómo vence Ud. ese pesimismo? ¿Es la escritura una herramienta?

Hay gente que se psicoanaliza, yo no lo he hecho. Yo practico la filosofía orientalista llamada insistencial desarrollada por el Padre Quiles. La misma hace referencia a la interioridad del ser y cuenta con tres pilares: autocontrol, autodecisión y autoconsciencia.

Partiendo de esas ideas, uno sabe que en determinadas circunstancias existe un límite entre la vida y la muerte, y uno trata de neutralizar la segunda para extender la primera. Esto queda reflejado en la luz de esperanza que se encuentra en cada uno de los relatos que componen el libro.

Desde esta perspectiva, uno entiende que la muerte se vuelve una realidad inevitable. Y como decía, Séneca, “Todo nuestro pasado pertenece a la muerte, porque es parte de nuestro tiempo que hemos consumido”.

Recuerdo entonces las palabras de Antonio Machado: “Y cuando llegue la hora/Del último viaje/Y esté a partir la nave/Que nunca ha de tornar/Me encontraréis a bordo/Ligero de equipaje/Casi desnudo/Como los hijos de la mar”.

Moraleja: En las etapas finales de la vida, asumiendo la evolución cronológica natural, uno debe estar preparado para ese momento, y tal vez, la tranquilidad de conciencia sea el mejor elemento para afrontar el momento final.

Hace algunos años se debatió arduamente el derecho a la “muerte digna”. Ud. se refiere a la temática de morir con dignidad a lo largo de su libro. ¿Puede darnos una definición de “muerte digna”?

El tema de la “muerte digna” es complejo, y cada vez generará más debate. “Muerte digna” significa la “no utilización activa de terapéuticas con ensañamiento”. En términos prácticos, la hidratación de la persona hasta el final de su vida, sin la intervención activos que aceleren o terapéuticas que demoren el proceso.

Este enfoque queda plasmado en dos relatos. Primero en “Ruth”, donde una mujer pide confirmación sobre la gravedad de su situación y finitud de su existencia. De hecho estaba ya al final del proceso, y luego de confirmar su destino, me pidió que le transmitiera a su familia que estaba preparada para morir.

Otro caso, lo comparto en el relato “Un actor”, donde un chico de 32 años me pregunta si va a morir. Yo consiento en la respuesta y él pide no morir en terapia. Solicitud a la cual todos accedemos a pesar de las complicaciones producto de la parafernalia que lo rodeaba.

Ud. rechazó un cargo en el Hospital Cosme Argerich para seguir los pasos de su mentor, el Dr. Aguilar. ¿Puede explicar qué intereses primaron sobre sus decisiones profesionales?

No fueron materiales. Para contextualizar la decisión, eran las vísperas del golpe del Gral. Juan Carlos Onganía, y las Fuerzas Armadas se encontraban en la plenitud de su poder tras el enfrentamiento entre azules y colorados.

Por entonces, el Gral. Médico Horacio Emilio Laureano Querol me ofreció un muy buen sueldo para formar parte del staff de cirujanos del hospital. Yo opté por seguir a mi maestro, el Dr. Aguilar, que volvía al Hospital Tornú, para abocarme ad honorem a la cirugía torácica y tratar con una población principalmente de tuberculosos y de condiciones comprometida.

Fue una decisión de juventud, que en los tiempos materialistas, consumistas e individualistas de la actualidad consideraría una locura. Pero fue el acierto más grande de mi carrera, porque a través del hospital y de un médico amigo conocí a mi mujer, “Rosi”.

Fueron entonces el interés profesional y reconocimiento al maestro de la medicina fueron los intereses que primaron en mis decisiones de carrera.

Desde sus inicios como médico el escenario de la salud cambió radicalmente con la erradicación de algunas enfermedades y la aparición de otras nuevas. ¿Qué reflexión le merece este nuevo escenario?

En el siglo que vivimos se erradicaron algunas enfermedades pero también reaparecieron las enfermedades infecciosas como el dengue, y los brotes de otras enfermedades como el Chagas continúan siendo endémicos en el país.

Esas son señales de la desatención social de las clases políticas hacia los individuos carenciados, cuyas viviendas son guaridas del mosquito y la vinchuca.

Como corolario, las 10 causas de muerte en los países desarrollados son atribuibles a conductas del hombre, y en los países menos desarrollados se destacan las enfermedades infectológicas, parasitarias, la desnutrición e intoxicaciones.

La expectativa de vida continúa en aumento, a pesar del impacto cualitativo del desarrollo socioeconómico sobre la salud. Mientras la expectativa de vida en Japón se acerca a los 90 años, en países como Bangladesh y Haití apenas supera los 50 años.

Eso que muestra la globalización es la inequidad en el acceso a la salud en la medida que avanza la tecnología.

Nota 1: Lea aquí  la primera parte de esta nota.

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