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viernes, 18 de marzo de 2016

Alume (Parte 1): “Quien tiene un Para qué…puede soportar cualquier Cómo”

Por Jodor Jalit

El Dr. Hugo Said Alume, esposo y padre, maestro y filósofo de la vida, nos regala una lectura que atraviesa todas las fronteras de género literario y excede a cualquier práctica profesional para reflexionar sobre la muerte y abrir la puerta a una vida plena.

Antes de la presentación de su último libro “Quien tiene un Para qué…puede soportar cualquier Cómo: El médico, el enfermo y la vida” el día 30 de marzo a las 18hs. en el Auditorio Monseñor Derisi de la Universidad Católica Argentina (Alicia Moreau de Justo 1400), el Dr. Alume conversó con miembros de nuestra redacción.

¿Qué lo motivó a escribir un libro en este momento?

Podría dar dos aditamentos. Uno, la evolución natural que significa haber vivido una época ya superada y la relación con experiencias únicas. Y dos, en mi adolescencia era un lector voraz y tenía una propensión a la escritura, actividad que la medicina absorbió totalmente.

Ahora me encuentro en una etapa de reflexión y momento espiritual donde puedo permitirme volcar mis experiencias en un libro, y de esa manera seguir proyectado y estimulando la mente con una actividad gratificante.

¿Puede contarnos  la gestación del título seleccionado?

Inicialmente el título era “El médico, el enfermo  y la vida”, y a sugerencia del editor, surgió “Quien tiene un Para qué…puede soportar cualquier Cómo”. La frase es una variante compuesto de la frase de Friedrich Nietzsche “Quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, y el interrogante de Viktor Frankl “¿Qué le decimos a una persona que dice que no tiene ninguna razón para vivir?”.

El libro abre con unos versos de Rabindranath Tagore: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría/Desperté y vi que la vida era servicio/Serví y vi que el servicio era alegría”. ¿Por qué abrió el libro con esa cita?

Creo que en esa poesía y síntesis existe el germen de lo que es la medicina: “La medicina es el servicio al otro”. El lograr resultados beneficiosos para el prójimo en base a lo que uno haga o deje de hacer es un precio que no se mide con lo material.

Tal vez, esa idea esté representada por los viejos facultativos que solo recibían pagos en la forma de especias. Es decir que su carrera no era para crecer materialmente, sino para satisfacer su espíritu y como compensación recibía un regalo de sus pacientes.

Ese era el viejo médico de pueblo que me inspiró a ser médico, y que quedó inmortalizado en el Dr. Esteban Laureano Maradona, quien tras ayudar a una mujer aborigen en pleno parto se radicó en Estanislao del Campo (Guaycurrí) para asistir a comunidades nativas.

Hoy, la medicina dejó de ser un apostolado de la dádiva hacia el otro por las exigencias materiales de la vida moderna donde la educación dejó de ser pública, se elevaron las cargas sociales, y aumentó el costo de las herramientas médicas se elevó.

A lo largo de su libro, hay personas que se mencionan con frecuencia, entre ellas: su padre, el Padre Quiles y el Dr. Aguilar. ¿Qué significan estas personas para Ud.?

Respecto a mi padre, nacido en el pueblo sirio de Malula, predominantemente cristiano y donde todavía se habla el idioma arameo, merece un análisis filosófico del cual se desprende lo siguiente.

Quien nace en un pueblo milenario embebido por la cultura de lo que fuera el nacimiento de la religión cristiana y utilizando el idioma de Cristo, es natural que la ontología y ética influyeran sobre ese individuo para expresar la dignidad del hombre. Por eso llamo a mi padre un “santo laico” y lo considero una persona ejemplar en su procedimiento.

El Padre Quiles me dejó su filosofía, la cual describo en el relato “10 segundos”, y que es todo lo que un hombre necesita en los momentos de gran presión: autocontrol para actuar adecuadamente, autodecisión para dar el paso justo, y autoconciencia para reconocer el desafío presente.

Y Oscar Aguilar fue mi maestro de cirugía, compartiendo más de 40 años juntos tiempo durante el que cada uno en su momento abrió caminos al otro; primero el a mí, y luego yo a él. Porque hay un momento en que los discípulos se convierten en maestros de sus maestros. Como los hijos se convierten en padre de sus padres.

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