La estrategia de Turquía en Siria: Alepo, elecciones y el resurgimiento del Misak-i Milli
La retórica agresiva de Erdogan sobre Siria expone un intento desesperado por desviar la atención de la crisis interna mediante la expansión militar y el resurgimiento de mitos nacionalistas.
La espada sobre la pluma: el nuevo mensaje de Ankara
La política en Turquía, en particular su política exterior, es un juego codificado de simbolismo y espectáculo. La reciente declaración del presidente turco Recep Tayyip Erdogan: «Si la espada sale de su vaina, no habrá espacio para la pluma ni la palabra», emitida durante las conmemoraciones del 954º aniversario de la Batalla de Malazgirt (la victoria selyúcida de 1071 que marcó el inicio del dominio turco en Anatolia), fue mucho más que una simple floritura retórica.
Fue una señal, un manifiesto claro de la creciente agenda militar de Ankara y su recalibración política dentro de Siria.
Esta declaración se produjo en medio de un renovado enfoque gubernamental sobre la cuestión kurda como parte de una “Turquía libre de terrorismo”. Erdogan continuó:
“Como todos los pueblos hermanos de Siria, la seguridad, la paz y el bienestar de los kurdos están garantizados en Turquía. Quienes se vuelvan hacia Ankara y Damasco ganarán. Quienes respeten la ley de la hermandad y la buena vecindad ganarán. Quienes se extravíen y busquen nuevos patrocinadores extranjeros, al final perderán”.
La frase que resume estas declaraciones, “Si la espada deja su vaina, no habrá lugar para la pluma y la palabra”, no es una mera metáfora, ya que refleja la intención de Ankara de reformular las ecuaciones internas y regionales mediante una acción militar decisiva, posiblemente irreversible.
Aprovechar la escalada israelí
Para descifrar la política de Ankara en Siria, es fundamental leer más allá de los titulares. Si bien las escaladas israelíes en Siria dominan el discurso regional, para Turquía ofrecen una cortina de humo estratégica . En lugar de confrontar directamente al Estado de ocupación, Ankara aprovecha estos momentos para sondear las respuestas de los principales actores —Rusia, Estados Unidos, Irán— y para poner a prueba desde el norte la resiliencia de las estructuras de autonomía kurda y drusa.
El ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, se hizo eco de este enfoque al decir: “No representamos una amenaza para otro Estado, siempre y cuando otro Estado no represente una amenaza para nosotros”.
Ankara ve una oportunidad en cada fragmento. La inestabilidad fomentada por los ataques israelíes abre un margen de maniobra para que Turquía consolide su influencia en Alepo y más allá, no “enfrentándose” a Tel Aviv, sino reacomodando las piezas que dispersa.
Hacia Alepo: Campañas de conquista y distracción
A la vanguardia de estos objetivos están Alepo y sus alrededores, e incluso Rojava.
En medio de la creciente especulación sobre elecciones anticipadas , Erdogan busca un triunfo en política exterior para contrarrestar las crisis internas, en particular el deterioro económico. Medidas como las comisiones parlamentarias y las iniciativas de paz de “nueva generación” sirven como distracciones.
El objetivo real es mucho más audaz: una campaña para absorber Alepo y Rojava en la esfera de influencia de Turquía antes de las elecciones.
Se consideran dos escenarios:
El primero implica una operación conjunta de las Fuerzas Armadas Turcas y el Ejército Nacional Sirio para crear un corredor que llegue al centro de Alepo. Esto le otorgaría a Erdogan un golpe de propaganda nacionalista —el "Conquistador de Alepo"— y acallaría convenientemente los agravios económicos.
El segundo escenario, más radical, prevé referendos en Alepo y el norte de Siria bajo control turco, allanando el camino para retrasar las elecciones con el pretexto de la “seguridad nacional” y la “estabilidad regional”. En este caso, el gobierno ganaría tiempo y fortalecería su legitimidad política.
En cualquier caso, el gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) pretende reescribir el mapa político de Turquía alterando la realidad territorial de Siria.
El fantasma del Pacto Nacional
Tales movimientos requieren una cobertura histórica. Aquí entra en juego el «Misak-i Milli » (Pacto Nacional), antaño un recuerdo otomano desvanecido, ahora resucitado como doctrina estratégica. Ya sea por la nostalgia otomana o por el ejército turco, ambas narrativas convergen en un mismo punto: Alepo, Latakia y Deir Ezzor se reinterpretan como reivindicaciones ancestrales.
En un discurso pronunciado en octubre del año pasado, Erdogan declaró :
“Ante quienquiera que amenace nuestra patria, no dudaremos en actuar, sin importar quién sea. No permitiremos ninguna intervención ni alteración, ni en nuestros 782.000 kilómetros cuadrados de territorio nacional ni dentro de las fronteras del Pacto Nacional”.
Es evidente que esto no es mero revisionismo, sino una forma de mitología política utilizada como justificación para la redefinición de fronteras, disfrazada con el lenguaje del deber espiritual e histórico. Ankara está guionando una misión sagrada por ambición geopolítica.
Economía de la anexión: Energía, comercio y premio agrícola
La posible presencia de Turquía en el eje de Alepo y el norte de Siria reviste una importancia estratégica tanto militar, como política, económica y energética. El potencial agrícola de la región y su ubicación en los corredores energéticos y rutas comerciales que conectan el Levante con Anatolia también condicionan los intereses económicos a largo plazo de Ankara.
En este contexto, la visión de Misak-i Milli debe evaluarse no sólo desde la perspectiva de la integridad territorial, sino también desde la perspectiva de la independencia económica y la seguridad energética en un orden global cada vez más multipolar.
Riesgos y realineamientos en una tormenta multipolar
Nada de esto ocurre en el vacío. Cada movimiento de Ankara para redefinir sus fronteras o atrincherarse más en territorio sirio choca con los límites establecidos por el derecho internacional y la rivalidad geopolítica.
Los cambios fronterizos por la fuerza siguen siendo problemáticos bajo el orden actual, una realidad que no pasa desapercibida para el Consejo de Seguridad de la ONU, la UE ni Washington. Si Tel Aviv intensifica su agresión, las ya escasas alianzas regionales de Turquía podrían deteriorarse aún más.
El propio campo de batalla está abarrotado. Restos del aparato fracturado del gobierno anterior aún se aferran a partes del Estado. Las milicias kurdas, respaldadas por Occidente, dominan franjas del norte. El conflicto sectario con la minoría drusa sigue sin resolverse, las fuerzas rusas siguen arraigadas, mientras que décadas de influencia iraní, duramente reivindicada, son profundas. Estas presencias rivales no solo complican los cálculos de Ankara, sino que también amenazan con convertir cualquier incursión en una confrontación más amplia
Sin embargo, para Erdogan, esta volatilidad es una ventaja. El espectáculo del conflicto desvía la atención de la crisis interna. La sensación de asedio se convierte en un recurso político. La diplomacia, en un clima así, se convierte en actuación. Lo que importa es quién controla el territorio, quién marca el ritmo y quién emerge con la narrativa. Para Erdogan, no hay margen para la desescalada.
La siguiente fase de la política turca en Siria no se plasmará en comunicados ni acuerdos de alto el fuego. Se plasmará en el terreno, en puestos militares, fronteras modificadas y hechos políticos consumados. Y una vez que se calme la situación, la historia no la contarán diplomáticos. La contará quien aún tenga la “espada”.
► Aydin Sezer es un analista de política exterior y autor turco especializado en diplomacia turca y asuntos regionales. Graduado de la Universidad Técnica de Oriente Medio, ha servido en las embajadas turcas en El Cairo y Moscú, y ha colaborado con la Fuerza de Paz de las Naciones Unidas en Chipre.
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