El asesinato de la memoria por parte de Israel
La historia es una amenaza mortal para Israel. Expone la violenta imposición de una colonia europea en el mundo árabe. Revela la despiadada campaña para desarabizar un país árabe. Recuerda siglos de presencia palestina y expone la cultura foránea del sionismo, implantada en territorio robado.
Mientras Israel cumple su lista de atrocidades nazis contra los palestinos, incluyendo la hambruna masiva, se prepara para otra más: la demolición de la ciudad de Gaza, una de las ciudades más antiguas del planeta. Maquinaria pesada de ingeniería y gigantescas excavadoras blindadas derriban cientos de edificios gravemente dañados. Camiones de cemento producen hormigón para rellenar túneles. Tanques y aviones de combate israelíes bombardean barrios para expulsar hacia el sur a los palestinos que permanecen en las ruinas de la ciudad.
Tomará meses convertir la ciudad de Gaza en un estacionamiento. No dudo de que Israel replicará la eficiencia del general nazi de las SS, Erich von dem Bach-Zelewski, quien supervisó la destrucción de Varsovia. Pasó sus últimos años en una celda. Ojalá la historia, al menos en lo que respecta a esta nota a pie de página, se repita.
A medida que avanzan los tanques israelíes, los palestinos huyen, y barrios como Sabra y Tuffah quedan deshabitados. Hay poca agua potable e Israel planea cortarla en el norte de Gaza. Los suministros de alimentos son escasos o extremadamente caros. Una bolsa de harina cuesta $22.00 el kilo, o tu vida . Un informe publicado el viernes por las Clasificaciones Integradas de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), la principal autoridad mundial en inseguridad alimentaria, ha confirmado por primera vez una hambruna en la ciudad de Gaza. Dice que más de 500,000 personas en Gaza se enfrentan a "inanición, indigencia y muerte", con "condiciones catastróficas" que se proyecta que se extiendan a Deir al-Balah y Khan Younis el próximo mes. Casi 300 personas, incluidos 112 niños, han muerto de hambre .
Los líderes europeos, junto con Joe Biden y Donald Trump, nos recuerdan la verdadera lección del Holocausto. No es un "Nunca Más”, sino un “Nos Da Igual”. Son cómplices del genocidio. Algunos se lamentan y dicen estar “horrorizados ” o “entristecidos ”. Otros condenan la hambruna orquestada por Israel. Unos pocos afirman que declararán un Estado palestino.
Esto es teatro Kabuki: una manera de que, cuando el genocidio haya terminado, estos líderes occidentales insistan en que están del lado correcto de la historia, incluso mientras armaban y financiaban a los asesinos genocidas , mientras acosaban , silenciaban o criminalizaban a quienes denunciaban la matanza.
Israel habla de ocupar la ciudad de Gaza. Pero esto es un subterfugio. Gaza no debe ser ocupada. Debe ser destruida. Borrada. Borrada de la faz de la tierra. No debe quedar nada más que toneladas de escombros que serán retirados laboriosamente. El paisaje lunar, desprovisto de palestinos, por supuesto, sentará las bases para nuevas colonias judías.
“Gaza será destruida completamente, los civiles serán enviados al sur, a una zona humanitaria sin Hamás ni terrorismo, y desde allí empezarán a salir en grandes cantidades hacia terceros países”, anunció el ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, en una conferencia sobre el aumento de los asentamientos judíos en Cisjordania ocupada por Israel.
Todo lo que me resultaba familiar cuando vivía en Gaza ya no existe. Mi oficina en el centro de la ciudad de Gaza. La pensión Marna en la calle Ahmed Abd el Aziz, donde después de un día de trabajo tomaba el té con la anciana dueña, una refugiada de Safad, en el norte de Galilea. Las cafeterías que frecuentaba. Los pequeños cafés en la playa. Amigos y colegas, con pocas excepciones, están en el exilio, muertos o, en la mayoría de los casos, han desaparecido, sin duda enterrados bajo montañas de escombros. En mi última visita a la Casa Marna, olvidé devolver la llave de la habitación. La número 12. Estaba pegada a un gran óvalo de plástico con las palabras «Casa Marna Gaza». La llave está en mi escritorio.
La imponente fortaleza Qasr al-Basha, en la Ciudad Vieja de Gaza —construida por el sultán mameluco Baibars en el siglo XIII y conocida por su escultura en relieve de dos leones enfrentados— ha desaparecido. También ha desaparecido el Castillo de Barquq, o Qalʿat Barqūqa, una mezquita fortificada de la época mameluca construida entre 1387 y 1388, según una inscripción sobre la puerta de entrada. Su ornamentada caligrafía árabe junto a la puerta principal decía:
“En el nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso. Que las mezquitas de Dios establezcan oraciones regulares, practiquen la caridad regularmente y no teman a nadie excepto a Dios”.
La Gran Mezquita de Omari en la ciudad de Gaza, el antiguo cementerio romano y el Cementerio de Guerra de la Commonwealth —donde están enterrados más de 3.000 soldados británicos y de la Commonwealth de la Primera y la Segunda Guerra Mundial— han sido bombardeados y destruidos, junto con universidades, archivos, hospitales, mezquitas, iglesias, viviendas y bloques de apartamentos. El puerto de Anthedon, que data del año 1100 a. C. y que en su día sirvió de fondeadero para barcos babilónicos, persas, griegos, romanos, bizantinos y otomanos, se encuentra en ruinas.
Solía dejar mis zapatos en un perchero junto a la puerta principal de la Gran Mezquita Omari, la más grande y antigua de Gaza, en el barrio de Daraj de la Ciudad Vieja. Me lavaba las manos, la cara y los pies en los grifos comunes, realizando el ritual de purificación antes de la oración, conocido como wudhu. En el silencioso interior, con su suelo alfombrado de azul, la cacofonía, el ruido, el polvo, los humos y el ritmo frenético de Gaza se desvanecían.
La destrucción de Gaza no es solo un crimen contra el pueblo palestino. Es un crimen contra nuestro patrimonio cultural e histórico: un atentado contra la memoria. No podemos comprender el presente, especialmente al informar sobre palestinos e israelíes, si no comprendemos el pasado.
La historia es una amenaza mortal para Israel. Expone la violenta imposición de una colonia europea en el mundo árabe. Revela la despiadada campaña para desarabizar un país árabe. Subraya el racismo inherente hacia los árabes, su cultura y sus tradiciones. Desafía el mito de que, como dijo el ex primer ministro israelí Ehud Barak, los sionistas crearon "una villa en medio de la selva". Se burla de la mentira de que Palestina es exclusivamente una patria judía. Recuerda siglos de presencia palestina. Y destaca la cultura foránea del sionismo, implantada en territorio robado.
Cuando cubrí el genocidio en Bosnia, los serbios volaron mezquitas, se llevaron los restos y prohibieron hablar de las estructuras que habían arrasado. El objetivo en Gaza es el mismo: borrar el pasado y reemplazarlo con mitos, para enmascarar los crímenes israelíes, incluido el genocidio .
La campaña de supresión destierra la indagación intelectual y obstaculiza el análisis imparcial de la historia. Celebra el pensamiento mágico. Permite a los israelíes fingir que la violencia inherente que subyace al proyecto sionista, que se remonta al despojo de tierras palestinas en la década de 1920 y a las campañas más amplias de limpieza étnica palestina de 1948 y 1967, no existe.
Por este motivo, el gobierno israelí prohíbe las conmemoraciones públicas de la Nakba, o catástrofe, un día de luto para los palestinos que buscan recordar las masacres y la expulsión de 750.000 palestinos perpetradas por milicias terroristas judías en 1948. Incluso se les impide a los palestinos portar su bandera.
Esta negación de la verdad histórica y de la identidad histórica permite a los israelíes sumirse en una eterna victimización. Alimenta una nostalgia moralmente ciega por un pasado inventado. Si los israelíes confrontan estas mentiras, se les amenaza con una crisis existencial. Los obliga a replantearse quiénes son. La mayoría prefiere la comodidad de la ilusión. El deseo de creer es más poderoso que el deseo de ver.
La supresión calcifica una sociedad. Impide las investigaciones de académicos, periodistas, historiadores, artistas e intelectuales que buscan explorar y examinar el pasado y el presente. Las sociedades calcificadas libran una guerra constante contra la verdad. Las mentiras y el disimulo deben renovarse constantemente. La verdad es peligrosa. Una vez establecida, es indestructible.
Mientras la verdad permanezca oculta, mientras quienes la buscan permanezcan silenciados, será imposible que una sociedad se regenere y reforme. La administración Trump está en sintonía con Israel. También busca priorizar el mito sobre la realidad. También silencia a quienes desafían las mentiras del pasado y del presente.
Las sociedades calcificadas no pueden comunicarse con nadie fuera de sus círculos incestuosos. Niegan los hechos verificables, la base sobre la que se establece el diálogo racional. Esta comprensión fue la base de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica. Quienes perpetraron las atrocidades del régimen del apartheid confesaron sus crímenes a cambio de inmunidad. De este modo, brindaron a las víctimas y a los victimarios un lenguaje común, arraigado en la verdad histórica. Solo entonces fue posible la sanación.
Israel no solo está destruyendo Gaza. Se está destruyendo a sí mismo.
► Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que trabajó como corresponsal internacional durante quince años para The New York Times, donde se desempeñó como jefe de la oficina de Oriente Medio y de la de los Balcanes. Ha enseñado en las universidades de Columbia, Nueva York, Princeton y Toronto.
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