Detallada investigación de Reuters expone las masacres sectarias de marzo en la costa siria
Periodistas investigadores de la agencia informativa canadiense-británica publicaron un profuso y detallado reporte en el que se mencionan las agrupaciones extremistas perpetradoras de la matanza de 1.500 civiles de la comunidad islámica alauita siria. Con una cadena de mando que llega hasta Damasco, queda expuesto el aval del régimen de facto de al-Sharaa.
Una investigación de Reuters, publicada el 30 de junio, encontró 40 localidades distintas en las que se produjeron asesinatos, saqueos e incendios provocados durante tres días de masacres sectarias, por parte de grupos armados sunnitas extremistas en comunidades alauitas a lo largo de la costa mediterránea de Siria del 7 al 9 de marzo de 2025.
La violencia se produjo, según la versión oficial, en respuesta a una rebelión de un día de duración organizada por ex oficiales leales al derrocado presidente Bashar al-Assad que dejó 200 elementos de las fuerzas de seguridad muertos, según afirma el régimen actual. La revuelta del 6 de marzo se produjo como resultado de los abusos y humillaciones que ya se habían venido sucediendo contra la comunidad alauita desde la llegada al poder, el 8 de diciembre, por parte de los grupos armados extremistas bajo el paraguas de Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), liderados por el actual presidente de facto, Ahmad al-Sharaa.
La investigación de Reuters ha reconstruido el desarrollo de las masacres, identificando una cadena de mando que va directamente desde los atacantes hasta los hombres que sirven junto a los nuevos “líderes” sirios en Damasco.
Reuters halló que casi 1.500 alauitas sirios fueron asesinados y decenas están desaparecidos. La investigación reveló 40 lugares distintos de asesinatos por venganza, disturbios y saqueos contra la minoría religiosa, asociada erróneamente al derrocado gobierno de Assad, como parte de la campaña de propaganda estratégica contra el Estado sirio en el marco de la guerra terrorista impuesta al país desde 2011 por EEUU, sus aliados de la OTAN, Israel, Turquía y potencias regionales aliadas de Washington.
Le extrajeron el corazón del pecho al joven y lo colocaron sobre su cuerpo. Su nombre figuraba en el número 56 de una lista manuscrita de 60 muertos, que incluía a sus primos, vecinos y al menos seis niños de su aldea en la zona costera siria.
Los hombres que asesinaron a Suleiman Rashid Saad, de 25 años, llamaron a su padre desde el teléfono de la joven víctima y lo retaron a ir a buscar el cuerpo. Estaba junto a la barbería.
“Tenía el pecho completamente abierto. Le sacaron el corazón. Se lo pusieron encima del pecho”, dijo su padre, Rashid Saad. Era la tarde del 8 de marzo en la aldea de Al-Rusafa. La matanza de alauitas estaba lejos de terminar.
Matanzas en la costa
Los días de matanzas expusieron la polarización impuesta a Siria, que su nuevo “gobierno” aún no ha superado, entre quienes apoyaron a Assad, ya sea tácita o activamente, y quienes deseaban su caída, aún si esto representaba el triunfo de una agenda de cambio de régimen impulsada por potencias extranjeras.
Los hallazgos de Reuters se producen mientras la administración Trump levanta gradualmente las mal llamadas “sanciones” impuestas a Siria, ilegales medidas unilaterales de coerción económica que se remontan al régimen del presidente Assad. Este acercamiento exhibe la connivencia de Washington y aliados con el actual régimen de facto en Siria, liderado por una HTS, que no es más que la otrora franquicia siria de la red terrorista Al Qaeda, conocida como Frente Al Nusra.
Al menos una docena de facciones, gran parte de ellas ahora “oficializadas” en el nuevo “ejército sirio” del régimen, incluyendo facciones extranjeras, participaron en los asesinatos de marzo, según Reuters. Casi la mitad de ellas han estado bajo sanciones internacionales durante años por abusos contra los derechos humanos, incluyendo asesinatos, secuestros y agresiones sexuales.
El régimen de Sharaa, incluido el Ministerio de Defensa y la oficina del presidente, no respondió a un resumen detallado de las conclusiones de este informe ni a preguntas relacionadas de Reuters sobre el papel de las “fuerzas gubernamentales” en las masacres.
En una entrevista con Reuters pocos días después de los asesinatos, al-Sharaa denunció la violencia como una amenaza a su misión de unir al país. Prometió castigar a los responsables, incluyendo a aquellos afines al gobierno si fuera necesario. "Luchamos para defender a los oprimidos y no aceptaremos que se derrame sangre injustamente ni que quede sin castigo ni rendición de cuentas, ni siquiera entre nuestros seres queridos", afirmó.
Entre las unidades que Reuters halló implicadas se encuentran el Servicio de Seguridad General (GSS por su sigla en inglés) del régimen, su principal organismo policial en la época en que HTS controlaba Idleb y ahora parte del Ministerio del Interior; y unidades ex-HTS como la Brigada Othman y la fuerza de combate de élite Unidad 400.
También participaron milicias sunníes apoyadas por Turquía que acababan de unirse a las filas del gobierno, como la Brigada Sultán Suleiman Shah y la División Hamza, ambas sancionadas por la Unión Europea por su papel en las muertes. La UE no ha sancionado a las unidades ex-HTS. Estados Unidos no ha impuesto sanciones por los asesinatos.
Al Sharaa ordenó que un comité investigue la violencia y establezca mediaciones de “paz civil”.
Yasser Farhan, portavoz del comité, afirmó que el presidente recibirá sus conclusiones en dos semanas, ya que el comité está analizando la información y redactando su informe final con base en los testimonios y la información recopilada de más de 1.000 personas, además de informes de funcionarios e interrogatorios a detenidos. Farhan recomendó a Reuters no publicar sus conclusiones antes de la publicación del informe.
“No podemos dar ninguna respuesta antes de completar este proceso por respeto a la integridad de la verdad”, dijo, y agregó: “Espero que los resultados les resulten útiles y que revelen la verdad”.
Por otra parte, los asesinatos no se han detenido luego de los sangrientos sucesos de marzo, sino que continúan hasta el día de hoy, según ha descubierto Reuters.
Masacres colectivas, la excusa: los ‘foloul’
El nuevo régimen sirio ha declarado su temor de perder el control de la costa ante el levantamiento de los partidarios de Assad. El 6 de marzo, emitió órdenes inequívocas de aplastar lo que rotula como un intento de golpe de Estado de los ‘fuloul’, o ‘remanentes’ del régimen anterior, según expresaron seis combatientes y comandantes, y tres funcionarios gubernamentales.
Muchos de los hombres que recibieron las órdenes llevaban uniformes del gobierno hacía apenas unos meses y compartían una interpretación del Islam de la escuela sunnita del tipo takfirí conocida por su fanatismo y brutalidad.
Algunos, ese día, interpretaron con entusiasmo la palabra ‘fuloul’ para referirse a todos y cada uno de los alauitas, achacándoles en forma colectiva cualquier crimen o reclamo que tuvieran contra el ex presidente Assad, cuya familia pertenece a esta comunidad de dos millones de personas, integrante del amplio mosaico social de matices religiosos y étnicos que compone la sociedad siria desde hace siglos, incluyendo los casi 80 años de vida del moderno Estado sirio independiente desde 1946.
Un funcionario del nuevo régimen, Ahmed al-Shami, gobernador de la provincia de Tartus, declaró a Reuters que los alauitas no están siendo atacados. Reconoció las “violaciones” contra civiles alauitas y estimó que “unas 350 personas murieron en Tartus”, en consonancia con lo que también descubrió Reuters. El régimen nunca ha publicado esa cifra.
“La comunidad alauita no figura en ninguna lista, ni negra, ni roja, ni verde. No está criminalizada ni es blanco de represalias. Los alauitas sufrieron injusticias al igual que el resto del pueblo sirio en general durante el gobierno de Assad”, declaró el gobernador. “La comunidad necesita seguridad. Es nuestro deber como gobierno y trabajaremos en ello”, dijo.
En respuesta a una solicitud de comentarios sobre las conclusiones de Reuters, Anouar El Anouni, portavoz de la Unión Europea, recordó el habitual e hipócrita papel de la política exterior del bloque, señalando que la UE había condenado los “horribles crímenes cometidos contra civiles por todas las partes”, pero no explicó por qué no se sancionó también a las antiguas unidades del HTS. Por su parte, portavoces de los Departamentos de Estado y del Tesoro de EEUU no respondieron a las solicitudes de comentarios.
Reuters habló con más de 200 familiares de víctimas durante visitas a los lugares de la masacre y por teléfono, con 40 funcionarios de seguridad, combatientes y comandantes, e investigadores y mediadores designados por el régimen.
Reuters también revisó mensajes de un chat de Telegram creado por un funcionario del Ministerio de Defensa para coordinar la respuesta “oficial” al levantamiento pro-Assad. Los periodistas de la agencia de noticias examinaron decenas de videos, obtuvieron imágenes de cámaras de seguridad y revisaron listas manuscritas con los nombres de las víctimas.
Algunos de los atacantes que respondieron al levantamiento de marzo llevaban listas con los nombres de hombres a quienes atacar, incluyendo exmiembros de las milicias de Assad que habían sido amnistiados temporalmente por el nuevo régimen. Familias enteras con esos apellidos aparecerían posteriormente en listas de muertos escritas a mano por los ancianos de la aldea. Múltiples sobrevivientes describieron cómo los cuerpos de sus seres queridos fueron mutilados.
Los combatientes, muchos de ellos enmascarados, se congregaron en Idleb, Homs, Alepo y Damasco. Y cuando los convoyes blindados se dirigieron al oeste de Siria, los gritos de las milicias, “¡Sunníes, sunníes!”, se alzaron en la noche junto con consignas que llamaban a “masacrar a los alauitas”, según vídeos verificados por Reuters.
Muchos de los videos mostraban a combatientes humillando a hombres alauitas. Otros, algunos filmados por los propios combatientes, mostraban montones de cuerpos ensangrentados.
Entre los muertos se encontraban familias enteras, incluyendo mujeres, niños, ancianos y personas con discapacidad en docenas de aldeas y barrios predominantemente alauitas. En un barrio, 45 mujeres se encontraban entre los 253 muertos. En otra aldea, 10 de los 30 muertos eran niños. En al menos un caso, una ciudad alauita entera fue vaciada casi de la noche a la mañana, y sus cientos de residentes fueron reemplazados por sunnitas.
La primera pregunta que los combatientes que llegaban hacían a los residentes era, según más de 200 testigos y supervivientes: “¿Sois sunníes o alauitas?”.
Levantamiento, respuesta, masacres y cadena de mando
Alrededor del anochecer del 6 de marzo, un puesto de control cerca de la ciudad de Baniyas y otros puestos del GSS en las provincias de Latakia y Tartous fueron atacados y decenas de miembros de las fuerzas de seguridad murieron. Según el nuevo régimen y los habitantes de la región, los atacantes estaban dirigidos por oficiales todavía leales a Assad.
A los oficiales se unieron jóvenes que perdieron sus medios de vida cuando el régimen despidió a miles de empleados alauitas y desmanteló el aparato de seguridad de Assad, según entrevistas con residentes. Un líder comunitario describió el levantamiento como una decisión espontánea de gente desesperada.
Las fuerzas pro-Assad también perpetraron ataques en Baniyas, la ciudad más grande de Tartus. Tomaron la carretera principal y el hospital, y atacaron la sede de seguridad del nuevo gobierno, según Aboul Bahr, un oficial de seguridad destacado en Baniyas que pasaba la noche en Idleb. Reuters no pudo verificar su versión de forma independiente.
Al-Sharaa afirmó que 200 miembros de las fuerzas de seguridad murieron en el levantamiento, pero el régimen no ha publicado los nombres ni un recuento actualizado. El Ministerio de Defensa no respondió a las preguntas de Reuters sobre el número actualizado de efectivos muertos ni sobre el papel de las fuerzas afines al gobierno en las masacres de alauitas.
El 23 de junio, la UE impuso sanciones a tres oficiales pro-Assad, alegando que eran responsables de liderar milicias que “alimentaron las tensiones sectarias e incitaron a la violencia”. Los partidarios del líder caído “querían dar un golpe de estado y declarar una región autónoma a lo largo de la costa”, dijo Hamza al-Ali, el oficial del GSS a cargo de la ciudad de Al-Qadamous, a casi 30 kilómetros al este.
El Ministerio de Defensa solicitó refuerzos a todas las facciones que se habían unido recientemente a las fuerzas de al-Sharaa. Los megáfonos de las mezquitas de todo el país hicieron sonar llamamientos a la yihad.
Mohammed al-Jassim, comandante de la Brigada Sultán Suleiman Shah, declaró a Reuters que se encontraba hospitalizado en Turquía por motivos de salud cuando estallaron los combates. Negó que sus hombres tuvieran participación alguna en la violencia. Reuters no pudo confirmar la ubicación de al-Jassim durante las masacres.
Dijo que pronto lo agregaron a un grupo de chat dirigido por un alto funcionario del Ministerio de Defensa, a quien, según dijo, solo conocía como Abu Ahd. Abu Ahd al-Hamawi es el seudónimo de Hassan Abdel-Ghani, portavoz del Ministerio de Defensa.
La brigada de Al-Jassim, también conocida como Amshat, recibió la orden de reabrir la carretera costera M1 que une Latakia y Jableh. Afirmó que su milicia tomó posiciones en las afueras de la ciudad de Jableh.
Mientras se desarrollaban las masacres de alauitas, el portavoz del Ministerio de Defensa, Abdel-Ghani, dijo públicamente que la operación en la costa estaba procediendo según lo planeado con el objetivo de mantener el control de la región y “apretar el nudo sobre los elementos restantes de oficiales y remanentes del régimen caído”, según la agencia de noticias estatal SANA.
Tras bastidores, Abdel-Ghani dirigía el chat de Telegram de los líderes de las milicias y los comandantes militares que coordinaban la respuesta del régimen al levantamiento pro-Assad, según una docena de mensajes de texto y audio en un intercambio entre él y un alto comandante de otra facción.
Dos personas confirmaron que la cuenta de Telegram era la de Abdel-Ghani y que Abu Ahd era su nombre de guerra. Reuters lo contactó directamente a través de Telegram a través de esa cuenta. Declaró a Reuters que el comité que investiga los asesinatos lo había interrogado, pero se negó a hacer más comentarios.
Los mensajes se referían a la ubicación y movimientos de las fuerzas, incluido uno de Abdel-Ghani en el puente que conduce a la aldea de Al-Mukhtareyah, donde se estaban produciendo masacres.
En una señal del tenue control del régimen sobre sus propios combatientes, las facciones recién integradas se enfrentaron entre sí en las calles de las aldeas en ocasiones, según testigos en tres lugares diferentes que describieron haber visto a un bando tratando de proteger a los civiles desconcertados de los hombres uniformados que trataban de matarlos.
VIERNES 7 DE MARZO ► 578 MUERTOS, 26 LOCALIDADES
La autopista M4 se adentra en el interior desde el mar Mediterráneo. La M1 se dirige al sur, paralela a la costa, antes de virar al este cerca del Líbano.
Las masacres que comenzaron antes del amanecer del 7 de marzo se desarrollaron principalmente en esas dos arterias. Muchos de los pueblos eran comunidades agrícolas, con huertos de cítricos repletos de limones y naranjas en marzo y campos de hortalizas que crecen en abundancia durante todo el año en el clima mediterráneo.
Al-Mukhtareyah, la primera aldea de la autopista M4 que conecta Idlib y Latakia, fue atacada alrededor de las 6 am.
Ocho testigos informaron a Reuters que multitudes de hombres, muchos de ellos uniformados del Servicio de Seguridad General (GSS), derribaron puertas para sacar a los hombres, obligando a algunos a arrastrarse y a otros a salir a rastras. El tiroteo duró aproximadamente una hora. Al finalizar, 157 personas habían muerto, casi una cuarta parte de la población de Al-Mukhtareyah, según una lista de un líder comunitario que Reuters verificó con varios residentes supervivientes.
Entre ellos había 28 miembros de la familia Abdullah; 14 de la familia Darwish; y 11 de la familia al-Juhni, según las listas compiladas por sobrevivientes y líderes comunitarios. “Nos llovían las balas, hermana. No sabíamos adónde ir ni cómo escapar”, dijo una mujer que perdió a su padre y a sus hermanos.
Otra mujer que perdió a 17 familiares compartió una captura de pantalla de un video verificado por Reuters. Señaló una pila de cadáveres en la captura y dijo: “Esta es mi familia”.
Trazó una flecha en la pantalla hacia un hombre muerto con una chaqueta clara y la envió a Reuters. “Este es mi marido”.
El pueblo quedó prácticamente vacío días después de la masacre, según dijeron los residentes. Sin nadie que pudiera cosechar, las naranjas se pudrieron en los árboles.
Las aldeas con mayor derramamiento de sangre fueron aquellas cuyos residentes pertenecían a un subgrupo de alauitas llamado al-Klazyia, según Ali Mulhem, fundador del Grupo de Paz Civil Sirio, una organización que documenta abusos y media en disputas. La familia Assad era alauita de al-Klazyia, al igual que muchos de los altos funcionarios de seguridad de su gobierno, afirmaron Mulhem y un alto líder de la comunidad alauita.
Entre las localidades vinculadas a al-Klazyia estaba Sanobar, una comunidad agrícola de unos 15.000 habitantes cuyas casas están intercaladas con campos de verduras.
La fuerza de élite HTS, Unidad 400, se trasladó a Sanobar en diciembre, prometiendo que la ciudad permanecería en paz bajo el nuevo liderazgo, según informaron tres aldeanos a Reuters. Describieron la vida como tensa, pero soportable.
A primera hora del 7 de marzo, los hombres de la Unidad 400 y cientos de refuerzos se reunieron y comenzaron a matar. En total, según 17 testigos, nueve facciones distintas atacaron.
Un joven dijo haber visto a combatientes de la Unidad 400 abrir fuego al entrar en su casa. Once familiares murieron. Él sobrevivió escondiéndose en una despensa del piso de arriba.
Otra facción que atacó fue la Brigada Sultán Suleiman Shah, según los sobrevivientes que reconocieron las insignias de la brigada. La brigada se hizo conocida como milicia respaldada por Turquía durante los años de guerra terrorista impuesta y ha estado bajo sanciones estadounidenses desde 2023, acusada por el Departamento del Tesoro de EEUU de “acoso, secuestro y otros abusos”.
Portavoces del GSS y del Ministerio de Defensa, que supervisa la Unidad 400, no respondieron a preguntas sobre los ataques. Turquía, al ser solicitada su opinión sobre el papel de Sultán Suleiman Shah y otras milicias respaldadas por Ankara en los asesinatos, no respondió. El gobierno turco no ha emitido una respuesta pública a las sanciones impuestas por la UE a las milicias en mayo.
En un video selfie desde Sanobar, un combatiente uniformado muestra cadáveres y proclama: «Suleiman Shah derrotó a los remanentes del antiguo régimen. Dios es grande y gracias a Dios».
La cámara enfoca posteriormente a 11 hombres desarmados vestidos de civil, que yacen muertos en una de las tierras más fértiles de Siria, ahora teñidas de sangre. Entre los muertos fotografiados se encontraban un mecánico de motocicletas, dos estudiantes, dos agricultores y un policía amnistiado, según familiares de los fallecidos, quienes los identificaron por su nombre.
Al-Jassim, el comandante de Sultán Suleiman Shah, negó que sus hombres fueran responsables de asesinatos en cualquiera de las aldeas en las que entraron.
En abril, la milicia —rebautizada entonces como la 62.ª División del ejército sirio— afirmó que el hombre que grabó el video no tenía ninguna conexión con Suleiman Shah y lo acusó de hacerse pasar por un combatiente “para manchar la reputación de la División y distorsionar su historial”. Reuters no pudo confirmar de forma independiente la identidad ni la afiliación del hombre.
Otro grupo se identificó como combatientes de la milicia Jaysh al-Islam.
El responsable de prensa de esta milicia publicó en Facebook fotos de combatientes dirigiéndose a la costa el 7 de marzo. También publicó una copia de un documento de amnistía que, según él, se encontró en el cuerpo del policía de la era de Assad, lo que indica que el muerto había roto la promesa que firmó de no tomar las armas contra el nuevo gobierno. "No hay seguridad ni estabilidad en nuestro país, salvo purgando a los manifestantes", escribió Hamza Berqidar, el responsable de prensa. La publicación recibió 160 "me gusta".
Una mujer de Sonobar dijo a Reuters que los combatientes tomaron posesión de su sala de estar.
«¿Sabes quiénes somos?», le preguntó uno. Ella dijo que respondió: «¡Ustedes son el ejército!».
«No. Somos yihadistas de Jaysh al-Islam. Vinimos a enseñarte el islam», dijo que le dijeron.
El responsable de prensa Berqidar y Jaysh al-Islam no respondieron a las solicitudes de comentarios sobre la violencia.
En total, 236 residentes de Sanobar fueron asesinados, según listas revisadas por Reuters y verificadas con varios residentes. En su mayoría eran hombres jóvenes, de entre 16 y 40 años. Entre los heridos se encontraba una mujer embarazada, que sufrió un aborto espontáneo, pero sobrevivió a las heridas de bala.
Una joven madre contó que su esposo estaba en casa de un vecino cuando derribaron su puerta. Los pistoleros subieron las escaleras y empezaron a romper cosas, buscándolo.
El grupo se fue y fue reemplazado por otra facción, dijo. Luego, una tercera, cuyo líder abrazó a sus hijos y les prometió que no sufrirían daño. Una cuarta facción abrió fuego contra el edificio. Un quinto grupo de combatientes, con diademas verdes, llegó con un traductor. No hablaban árabe. No reconoció su idioma.
“Tres militantes vinieron y me apuntaron con rifles a la cabeza”, dijo. Le dijeron: “Son unos cerdos alauitas. Se merecen lo que les está pasando. Si lloran, les dispararán y su cuerpo quedará encima de los demás”.
Todo el tiempo, dijo, intentaba en vano comunicarse con su marido. Tras la puesta del sol, la mujer se aventuró a salir. Lo encontró en el suelo, con disparos en los ojos y el corazón.
Testigos dijeron que los combatientes robaron comida para romper el ayuno de Ramadán y celebraron afuera mientras mujeres aterrorizadas miraban por las ventanas.
Una foto de Sanobar, confirmada por dos alauitas sobrevivientes de la ciudad, mostraba un mensaje garabateado en la pared de una casa: «Eran una minoría y ahora son una rareza».
SÁBADO 8 DE MARZO ► 828 MUERTOS, 10 LOCALIDADES
El primer grupo de hombres armados que llegó el sábado a la localidad de Al-Rusafa estaba compuesto por una docena de hombres. Eran poco más de las 10 de la mañana. Algunos vestían uniformes militares negros y zapatillas deportivas.
Los residentes se encontraban atrapados en el interior desde el día anterior, cuando un convoy gubernamental de unos 50 vehículos, incluido un tanque, había establecido posiciones alrededor del pueblo, había cortado la electricidad y había comenzado a disparar, a veces contra la gente y a veces al azar.
Ahora, el sábado, este nuevo grupo de combatientes parecía insatisfecho cuando miraron dentro de la casa de la familia Saad.
“Les ordenaron a los chicos que se tumbaran en el suelo, y así lo hicieron. Los sacaron a rastras”, dijo Ghada Ali. Observó con impotencia cómo pisaban el cuerpo tendido de Saleh, de 17 años, su hijo menor.
“Les dijeron que aullaran como perros mientras los filmaban”, dijo. Después de un tiempo, enviaron a Saleh con su madre, y entonces uno de los combatientes le preguntó por qué seguía llorando. “Quiero a mis hijos”, respondió.
"Te enviamos uno de vuelta", dijo que le dijeron. En cuanto a su hijo mayor, Suleiman Rashid, de 25 años, le dijeron que tal vez regresaría pronto.
En cambio, su padre, Rashid Saad, recibió una llamada. “Lo matamos y le arrancamos el corazón”, le dijeron. “Ven a buscar a tu hijo antes de que se lo coman los perros”.
Saad y su hermano, que perdieron a cuatro hijos ese día, agarraron mantas y pidieron ayuda a Saleh. Llevaron los cinco cuerpos a casa y las mujeres los enterraron en el jardín, dijo Saad.
El líder comunitario afirmó que los atacantes se identificaron como miembros de las facciones Hamza, Sultan Suleiman Shah y Jaysh al-Ezza. Representantes de Hamza y Jaysh al-Ezza se negaron a comentar sobre la violencia en la localidad. Al-Jassim negó que sus hombres hubieran estado en Al-Rusafa.
En total, 60 alauitas murieron en Al-Rusafa, según listas consultadas por Reuters. El más joven tenía 4 años.
Al igual que en Sanobar, los sobrevivientes dijeron que los atacantes dejaron un mensaje en las paredes: «Hombres sunnitas pasaron por aquí. Vinimos a derramar su sangre».
Más cerca de la costa, los habitantes de Qurfays se desesperaban. El pueblo y el santuario de cúpula blanca que lo corona llevan el nombre de Ahmed Qurfays, venerada personalidad religiosa alauita.
Las fuerzas de la Brigada Othman, junto con la Unidad 400, habían tomado posiciones en la aldea después de la caída de Assad, según dos sobrevivientes y una persona con familiares allí.
El viernes, cuando las noticias de los asesinatos se extendieron por la región, los aldeanos eligieron a cuatro residentes respetados para mediar con los combatientes de la Brigada Othman.
Se sentaron en semicírculo en el balcón de una granja a las afueras de Qurfays, y los aldeanos intentaron convencer a los combatientes de que la ciudad no albergaba a ningún partidario de Assad y que no era necesario que se quedaran a luchar. “Insistieron en quedarse, porque decían que ya había un plan en marcha”, declaró una persona al tanto de las conversaciones. El sonido de armas automáticas y cañones antiaéreos resonaba a lo lejos.
Los combatientes y mediadores abandonaron la granja y regresaron al pueblo. Mientras conversaban, media docena de hombres fueron asesinados a tiros allí, y sus cuerpos quedaron esparcidos por el patio y las escaleras del santuario, según dos testigos.
El Ministerio de Defensa, que supervisa directamente la Brigada Othman y la Unidad 400, no respondió a las solicitudes de comentarios sobre los asesinatos en Al-Rusafa y Qurfays.
“Ninguno de estos hombres portaba armas, y ninguno pertenecía al antiguo ejército. Uno de ellos padecía una enfermedad mental”, declaró uno de los testigos.
Alrededor de 50 fieles fueron golpeados dentro del santuario, dijo el otro testigo, que estaba entre los heridos.
Aun así, parecía que quizás habían escapado de la masacre de la que habían oído hablar en otros lugares. El sábado por la mañana, dijeron los testigos, se dieron cuenta de que estaban equivocados.
Llegó un nuevo convoy de 80 vehículos. Alguien disparó al aire y, como esperando una señal, los milicianos abrieron fuego. En total, 23 personas murieron en dos días, según fotos de los fallecidos compartidas con Reuters.
Los saqueos continuaron mientras los habitantes de Qurfays lloraban a sus muertos, según el testigo que fue golpeado dentro del santuario. El hombre afirmó que su hermano fue asesinado.
Dijo que uno de los hombres de la Unidad 400 le dijo que llorar estaba prohibido y que el pueblo debería estar agradecido simplemente por poder enterrar a sus muertos.
DOMINGO 9 DE MARZO ► 74 MUERTOS, 4 LOCALIDADES
El domingo, los asesinatos frenéticos comenzaron a disminuir.
Era hora de enterrar a los muertos, con miedo y a menudo en secreto.
Durante 48 horas o más, mujeres alauitas afligidas habían vigilado los cuerpos de padres, hermanos, esposos e hijos. Muchas familias solo descubrieron la magnitud de la violencia cuando salieron a las calles con un olor a muerte o intentaron ahuyentar a los perros que descuartizaban los cadáveres.
En Baniyas, había 253 cuerpos para enterrar, según las listas de muertos compartidas con Reuters.
En la ciudad de Jableh, el número de muertos ascendió a 77 alauitas, según 30 familiares. La ciudad fue atacada por la Unidad 400 y la Brigada Othman, junto con Sultan Suleiman Shah, Hamza y el Partido Islámico de Turkestán, integrado por uigures chinos y otros combatientes extranjeros, según seis testigos y un agente de seguridad en Jableh.
El comandante de Suleiman Shah, Al-Jassim, afirmó que sus hombres entraron en Jableh y se marcharon porque presenciaron “muchas violaciones” y no querían asumir la responsabilidad por asesinatos que no fueron su culpa. Los representantes de las demás fuerzas no respondieron a las preguntas.
El chat de Telegram mostró que el portavoz del Ministerio de Defensa, Abdel-Ghani, fue notificado sobre “infracciones” en Jableh. Su respuesta en el chat fue: “Que Dios te recompense”.
Muchos sobrevivientes, especialmente en Baniyas, dijeron que tenían vecinos sunnitas que los ayudaron a ponerse a salvo o que intentaron protegerlos.
En Jableh, una vecina sunní intervino para ayudar a evacuar al esposo de Rasha Ghoson, herido de muerte, a pesar de las objeciones de dos hombres del Servicio de Seguridad General. Con la ayuda de su vecina, una ambulancia accedió a trasladar al esposo de Ghoson a Latakia, pero los médicos no pudieron reanimarlo.
De pie junto al cuerpo en la morgue abarrotada, Ghoson dijo que un oficial del GSS a cargo de los registros de defunción se negó a emitir un documento a un alauita.
"Dijo: '¡Infiel!'", recordó, y se marchó. Le temblaban las piernas y las manos al relatar la terrible experiencia.
Como ocurrió con la mayoría de las víctimas de la masacre, todavía no existe certificado de defunción del marido de Ghoson.
Las consecuencias
Muchos pueblos y barrios alauitas en las regiones de Latakia, Tartous y Hama quedaron vacíos después de los ataques, y sus residentes acamparon por miles en una base rusa cercana por temor a nuevas masacres.
Los ataques contra alauitas continúan hasta el día de hoy. Entre el 10 de mayo y el 4 de junio, 20 alauitas fueron asesinados a tiros en las regiones de Latakia y Hama, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Los autores no han sido identificados.
Las autoridades dijeron a la ONU que decenas de presuntos autores fueron detenidos, según Paulo Sérgio Pinheiro, presidente de la comisión sobre Siria del organismo mundial, en su informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU el 27 de junio.
Sin embargo, nadie ha sido acusado por las masacres de alauitas de marzo.
El régimen aún no ha compartido el recuento de muertos, y la ONU dijo que su propio recuento de 111 muertos era un recuento insuficiente.
En diciembre, tres meses antes de las matanzas costeras, el autoproclamado presidente al-Sharaa emitió una serie de ascensos para intentar unificar el ejército:
El jefe de Jaysh al-Islam y líder de la Brigada Sultán Suleiman Shah, al-Jassim, ascendió al rango de general de brigada al mando de una unidad oficial del ejército sirio.
El líder de la Unidad 400, Aboul Khair Taftanaz, fue ascendido a general de brigada en diciembre y de nuevo en junio, y ahora es general, según anuncios del Ministerio de Defensa. Asumió la responsabilidad de las regiones de Latakia y Tartus, según uno de los combatientes de la Unidad 400.
Sayf Boulad Abu Bakr, líder de la División Hamza, respaldada por Turquía, fue ascendido a general de brigada tras los asesinatos, según su cuenta de Twitter.
El Partido Islámico de Turkestán, una milicia con un gran contingente extranjero cuyos combatientes, según Reuters, también perpetraron muchos de los ataques, fue integrada plenamente al ejército en mayo. Su líder se encontraba entre los ascendidos en diciembre.
El 30 de mayo, el Ministerio de Defensa emitió un código de conducta que prohíbe los abusos contra la población civil, la discriminación y el abuso de poder. El ministerio no hizo comentarios sobre los ascensos ni sobre los presuntos vínculos de las unidades de los comandantes con los asesinatos.
Atacar deliberadamente a civiles es un delito según el derecho internacional humanitario, y los oficiales que no previenen o castigan tales ataques son considerados responsables en virtud del principio de responsabilidad de mando.
La aldea de Arza es un sombrío recordatorio del ciclo de venganza que el gobierno aún no ha abordado. Arza fue utilizada por Assad como plataforma para atacar a comunidades rebeldes, como la aldea vecina de Khattab en 2013. Y pocos clanes eran tan pro-Asad como los al-Suleiman. Constituían una cuarta parte de la milicia pro-Asad de 90 miembros de Arza, famosa por asaltar Khattab hace más de una década para detener a rebeldes.
El 7 de marzo, hombres de Khattab lideraron un asalto a Arza que dejó 23 muertos, incluyendo miembros del clan al-Suleiman, y obligó a los 1.200 residentes restantes de la ciudad a huir, según cuatro exresidentes y dos vídeos verificados por Reuters.
Los cuatro testigos declararon a Reuters que los hombres de Khattab llevaron a las víctimas a la plaza principal y los ejecutaron uno por uno bajo aprobación de su líder, Abu Jaber al-Khattabi. "Todos son criminales", declaró al-Khattabi a Reuters. Al ser preguntado sobre su papel en las muertes de ese día, reconoció estar en Arza, pero negó haber dado órdenes de matar.
Los atacantes se han apropiado de las casas abandonadas. Arza ya no existe, dijo al-Khattabi. En Facebook, publicó una foto del nuevo letrero del pueblo: "Nueva Khattab".
Contando a los muertos
La investigación de Reuters reconstruyó cómo se desarrollaron las masacres de alauitas sirios del 7 al 9 de marzo a lo largo de la costa mediterránea del país, identificando una cadena de mando que va desde los atacantes directamente hasta los hombres que sirven en el nuevo liderazgo del régimen en Damasco.
La investigación encontró que 1.479 alauitas sirios fueron asesinados y docenas estaban desaparecidos en 40 sitios distintos de asesinatos por venganza, ataques y saqueos contra la minoría religiosa, asociada durante mucho tiempo con el gobierno de Assad.
Reuters contabilizó las muertes recopilando listas locales con los nombres de las víctimas, muchas de ellas escritas a mano, proporcionadas por líderes comunitarios y familiares. Los aldeanos también recopilaron fotos y datos personales de las víctimas. Para cada lista, escrita en árabe, Reuters cotejó los nombres con activistas que se encuentran en la aldea en cuestión, gestionan páginas de Facebook o viven en el extranjero y tienen familiares en los lugares atacados.
Al Mukhtareyah: Una hora de matanza y 157 muertos
Las anotaciones en las listas de muertos de Al-Mukhtareyah muestran algunos de los 157 muertos de la aldea. En total, casi una cuarta parte de la población de la aldea fue asesinada. Algunas familias perdieron a casi todos los varones adultos; sus cuerpos, acribillados a balazos, solían ser abandonados en las calles para que las familias los recogieran y enterraran en fosas comunes.
Para cada lugar de la masacre, Reuters también recopiló fotografías de las víctimas y fotografías y ubicaciones de fosas comunes.
El 11 de marzo, la ONU anunció que había contabilizado 111 muertes, pero reconoció que era un recuento inferior al real. No ha actualizado su recuento desde entonces.
El recuento más reciente de la Red Siria para los Derechos Humanos, un grupo de monitoreo independiente, muestra 1.662 personas asesinadas. De ese total, 1.217 fueron asesinadas por fuerzas gubernamentales y grupos armados, mientras que 445 fueron asesinadas por combatientes pro-Assad, según la organización.
El 17 de marzo, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con base en Londres e histórico opositor al gobierno de Assad, afirmó haber contabilizado 1.557 muertes de civiles, pero no detalló cómo llegó a esa cifra. El grupo también contabilizó 273 muertos entre las fuerzas gubernamentales y 259 entre hombres armados alauitas afiliados a las fuerzas pro-Assad.
El régimen de al-Sharaa ha declarado la muerte de 200 miembros de las fuerzas oficiales pero no ha publicado el recuento de muertos entre la población civil de la comunidad alauita.
Las facciones criminales
Cinco grupos principales estuvieron involucrados en las matanzas masivas en pueblos y barrios alauitas, muchos de los cuales fueron atacados por múltiples grupos durante tres días:
Unidades HTS ► Entre ellos se encuentran la Unidad 400, la Brigada Othman y su principal cuerpo policial, el Servicio General de Seguridad (GSS). Reuters halló su participación en al menos 10 sitios, donde murieron casi 900 personas.
Antes de la caída de Assad, el GSS era el principal brazo policial del HTS en la provincia de Idleb, bajo su control. Actualmente, forma parte del Ministerio del Interior de Siria.
En 2020, la ONU describió informes "profundamente preocupantes" sobre ejecuciones y abusos a manos de las fuerzas del orden de HTS. Human Rights Watch documentó cómo HTS, entonces conocido como Frente Al Nusra, asesinó a 149 alauitas en ejecuciones sumarias en Latakia en 2013.
La Unidad 400 se menciona en varias publicaciones en línea, ninguna de ellas proveniente de cuentas oficiales del gobierno sirio. Varias de ellas, publicadas a principios de diciembre y con idéntico lenguaje, afirman que combatientes de la Unidad 400 estaban siendo desplegados en el oeste de Siria. Las publicaciones describen a la Unidad 400 como "una de las unidades más fuertes" en Hay’at Tahrir al-Sham, habiendo recibido "un entrenamiento de alto nivel y equipado con el armamento más moderno".
La Unidad 400 fue trasladada a las regiones costeras tras la caída de Assad, según varios testigos y un miembro de la unidad. Una fuente de inteligencia extranjera afirmó que la unidad estableció su cuartel general en la antigua academia naval siria y que solo responde ante los altos mandos del Ministerio de Defensa.
Milicias apoyadas por Turquía ► Durante la última década, Turquía lanzó incursiones militares en Siria y apoyó a los rebeldes allí para oponerse tanto a Assad como a las fuerzas kurdas que considera una amenaza.
Estas facciones formaban parte del Ejército Nacional Sirio (SNA), respaldado por Turquía y la segunda mayor coalición opositora de Siria. Las facciones del SNA tienen un historial de secuestros, violencia sexual y saqueos generalizados, según Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos.
Entre quienes Turquía apoyó durante la guerra impuesta a Siria estaban la Brigada Sultán Suleiman Shah y la División Hamza.
En las masacres contra los alauitas, Reuters encontró la participación de esos dos grupos en al menos ocho sitios diferentes donde fueron asesinadas casi 700 personas.
En su página de Facebook, un miliciano afiliado a Sultán Suleiman Shah publicó: «Apaguen las cámaras. Maten a todos los hombres. Su sangre es tan sucia como la de los cerdos».
Facciones sunnitas ► Entre ellos se encuentran las fuerzas anti-Assad de Jaysh al-Islam, Jaysh al-Ahrar y Jaysh al-Izza. Reuters descubrió que estaban presentes en al menos cuatro lugares donde murieron casi 350 personas.
En 2013, Jaysh al-Islam capturó a varios hombres y mujeres alauitas y los encerró en grandes jaulas metálicas para usarlos como escudos humanos ante los ataques aéreos sirios y rusos en Damasco. Grupos de derechos humanos también culpan al grupo de la desaparición de destacadas figuras científicas y profesionales, así como activistas, desde la imposición del nuevo régimen.
Combatientes extranjeros ► Entre ellos se incluyen el Partido Islámico de Turkestán (TIP), uzbekos, chechenos y algunos combatientes árabes no sirios. Participaron de las matanzas en seis sitios donde Reuters encontró que casi 500 personas murieron.
Civiles sunnitas armados ► El resentimiento sectario derivado de años de guerra impuesta llevó a la gente a atacar pueblos y barrios vecinos de alauitas, cuya comunidad vinculan a la familia Assad. Reuters descubrió que los dos principales lugares de estos asesinatos por venganza fueron la aldea de Arza y la ciudad de Baniyas, donde murieron un total de 300 personas.
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