últimas noticias
Tribuna y debate
miércoles, 08 de octubre de 2025

Precisiones, saldos y secuelas del 7 de octubre

Por Pablo Sapag M.

A dos años de una operación que se ha evidenciado tan trágica para millones de personas como para el conjunto de la Siria Natural en sus dimensiones social, política y nacional, conviene recordar y precisar algunas cuestiones para intentar entender en lo que estamos y lo que viene.

A dos años de una operación que se ha evidenciado tan trágica para millones de personas como para el conjunto de la Siria Natural en sus dimensiones social, política y nacional, conviene recordar y precisar algunas cuestiones para intentar entender en lo que estamos y lo que viene.

En realidad, el 7 de octubre de 2023 empezó días antes y en un contexto muy concreto. La intensificación de la actividad armada de grupos regulares, organizaciones yihadistas y terroristas y actores estatales registrada en la Siria Natural antes y después de esa fecha coincidió con la conmemoración del cincuenta aniversario de la guerra de Tishreen (Octubre) o Yom Kippur, de acuerdo a la nomenclatura israelo-occidental. En aquella ocasión Siria y Egipto se impusieron en una acción por sorpresa a la entidad sionista, recuperando Damasco el control de una parte de los Altos del Golán sirios ocupados desde la Guerra de los Seis Días de 1967, en especial la ciudad de Quneitra. Egipto, mientras, restituyó la península del Sinaí lo que más adelante y ya sin territorios ocupados le llevó a firmar un acuerdo por el que reconoció a Israel.

Las jornadas previas se había registrado una inusual intensificación de las acciones armadas tanto de los grupos que aún combatían al entonces Estado sirio en zonas periféricas, como por parte del propio Israel. En Damasco esto se interpretó como un intento de rebajar la proyección de los actos del cincuentenario de lo que en Siria durante medio siglo se consideró la gran victoria del 6 de Octubre de 1973.

Significativamente, hoy dicha conmemoración ha sido suprimida y prohibida por las autoridades instaladas en Damasco desde el 8 de diciembre de 2024. El nombre de Tishreen ha sido expurgado de universidades, escuelas y calles. También se ha eliminado del calendario de fiestas públicas el 6 de mayo o Día de los Mártires, en recuerdo de los patriotas sirios y libaneses ahorcados salvajemente por los turcos en las plazas principales de Beirut y Damasco en 1916, el año de los acuerdos secretos Sykes-Picot por los que franceses y británicos trocearon la Siria Natural. Año también de la Gran Revuelta Siria en contra de esas bárbaras ejecuciones practicadas por unos turcos que hoy vuelven a enseñorearse en Siria, entre otras cosas, ordenando a sus mandatarios que decreten qué se puede y no se puede recordar.  

De Deir ez-Zhur a Homs y Gaza

Volviendo a 2023, la ceremonia de graduación anual de los oficiales de la Academia de Guerra de Homs era uno de los actos centrales de la conmemoración de la victoria en la guerra de 1973, hoy borrada del calendario oficial sirio. El emplazamiento del evento fue blanco de un atentado terrorista con drones el jueves 5 de octubre del que apenas informaron los medios internacionales, sobre todo los de ciertas potencias occidentales y del Golfo, cuyas maniobras propagandísticas de agitación o censura descubren tanto sus acciones como sus intenciones.

Menos aún se informó de que tres días antes de ese ataque que se cobró la vida de decenas de cadetes del ahora extinto Ejército Árabe Sirio y de sus familiares, misiles israelíes impactaron en la provincia de Deir ez-Zhur, fronteriza con Iraq. Algo muy poco frecuente ya que entonces los israelíes solían atacar el sur de Siria, el aeropuerto de Alepo en el norte del país y en la zona central próxima a Homs, pero raramente –más bien nunca- lo hacían en la periferia nororiental del país, con presencia de tropas estadounidenses. Estas últimas cruzaban –y cruzan- casi a diario desde Iraq, cuya frontera en ese sector controlan desde 2012. Esto último es muy relevante ya que en ese momento Israel aseguraba que sus ataques en Siria eran para evitar el traslado de material desde Irán a Hezbollah en Líbano, no siendo esa la ruta utilizada por la presencia de los estadounidenses y las complicaciones para acceder a territorio libanés desde ese remoto confín. 

Lo extremadamente inusual –así calificado incluso por el diario israelí Haaretz- del ataque sionista en Deir ez-Zhur, obligó al entonces régimen estatal sirio a desdoblar hacia esa zona los esfuerzos de su sistema de defensa antiaérea, normalmente orientado hacia las coordenadas habitualmente atacadas por Israel. Damasco entonces tenía buenas relaciones con Iraq y los movimientos aéreos en la zona noreste correspondían a la aviación estadounidense, de la que se ocupaba la defensa antiaérea rusa de acuerdo a los protocolos de coordinación entre Washington y Moscú, los mismos por los que el régimen estatal sirio de entonces se inhibía de actuar en esa zona, en el entendido de que los rusos velaban por intereses que entonces se consideraban y proclamaban mutuos. A finales de 2024, sin embargo, se evidenció que a los rusos solo les importaban los suyos, dejando caer de manera insólita a un aliado sirio de larga data y pactando con las fuerzas yihadistas a las que decían combatir. Así lo ha revelado hace solo unos días el propio líder de Hay’at Tahrir al-Sham y presidente interino de facto de Siria Ahmed al Sharaa (Abu Mohammed al Golani).

El que Israel no desmintiera el ataque en Deir ez-Zhur confirmó de inmediato a la inteligencia siria que debía reorientar parcialmente hacia ese sector su sistema de defensa antiaérea. Apenas dos días después se produjo el ataque con drones cargados de explosivos en la Academia de Guerra de Homs. Murieron 89 personas y 277 resultaron heridas.  Entre las víctimas mortales, 31 mujeres y cinco niños. Se trató de familiares de los cadetes graduados, alcanzados por los drones en el momento en el que felicitaban a sus familiares en el patio de la Academia. De ahí que el objetivo no fuese solo militar. También civil, por lo mismo un ataque terrorista.

Los drones de última tecnología, fabricación francesa y al parecer entregados tres meses antes a la organización yihadista operativa en Siria llamada Partido Islámico del Turquestán, llegaron desde el noroeste y volaron al menos cien kilómetros hasta la Academia de Guerra de Homs desde los emplazamientos en los que entonces estaban enclaustrados los grupos yihadistas contrarios al Estado sirio (en su formulación anterior a diciembre de 2024).

El que los drones hayan volado semejante distancia sin ser interceptados confirma que el sistema de radar y baterías de la defensa antiaérea siria se había reorientado para proteger el noreste del país (Gobernación de Deir ez-Zhur) y que los rusos ya entonces miraban para otro lado. No hay otra explicación plausible para el éxito del ataque a la Academia de Guerra, en la que estaba el ministro de Defensa sirio y que contaba con alta protección terrestre. La otrora poderosa y efectiva inteligencia siria, quizás ya infiltrada y gangrenada por las medidas coercitivas impuestas a Siria por EEUU y la UE y por la corrupción derivada de aquellas, preparó el acto para defenderse de ataques convencionales, pero no de ataques con drones. Hasta el jueves 5 de octubre la única amenaza aérea para Siria se relacionaba con Israel, no con los grupos operando desde el noroeste del país, particularmente en la Gobernación de Idlib. Grupos que hasta el 5 de octubre de 2023 parecían no haber recibido todavía esa tecnología de sus patrones externos, los mismos que un año después se concertaron para imponer un cambio de régimen estatal en Siria. Entre esas potencias, Rusia, que se unió a Israel, Turquía, Qatar, EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania y otras comparsas menores en el buscado y proclamado desde 2011 cambio de régimen en Siria, es decir, de las estructuras, principios y orientaciones de un Estado que desde 1920 venía resistiendo la ocupación sionista-occidental y la fragmentación sectaria.

En octubre de 2023 tanto Israel como esos grupos, yihadistas o no, y varios con sus direcciones significativamente establecidas en Turquía y Qatar, actuaron en el contexto de la conmemoración del 50º aniversario de la victoria siria y egipcia en la Guerra de Tishreen. También lo hicieron los grupos palestinos que desde Gaza atacaron otros territorios palestinos ocupados y el propio Israel. Organizaciones que, coincidentemente, de manera explícita también tienen a Turquía y Qatar entre sus valedores, financistas, ideólogos y representantes en negociaciones o simulacros de las mismas.

Por su historia y mucho más que en cualquier otra región del mundo, en la Siria Natural el elemento simbólico-propagandístico está presente en la planificación de cualquier operación armada, sea de grupos regulares, irregulares, yihadistas, terroristas o de fuerzas estatales. Los aparentes fallos de inteligencia israelíes del 7 de octubre de 2023 serían equiparables a los de 1973 y 2006, en el último caso cuando en un conflicto armado de unas semanas tuvo que ceder importantes posiciones ante el Hezbollah libanés. En ambas ocasiones las operaciones militares se proyectaron a partir de lo simbólico, ya fuese por locación o calendario. En el primer caso, fiesta del Yom Kippur, Quneitra o Jabal Sheij.  En el segundo Qanaa, Prisión de Jiam o las Granjas de Shebaa, escenarios de combates, masacres y ocupaciones en la larga resistencia a la ocupación sionista, y por lo tanto sectaria, de la Siria Natural, de la que forman parte Palestina y Líbano, como igualmente es natural.    

Lo que el 7 de octubre se llevó

Con esos antecedentes, hechos y contexto no hay duda de que lo de octubre de 2023 fue el punto de inflexión de una escalada de violencia perfectamente planificada y coordinada hasta hoy y que más allá de la retórica inflamada de perdedores consuetudinarios, o los lamentos culposos, inadvertidos o hipócritas de activistas occidentales con más o menos garbo en performances tan estrafalarias como anecdóticas, deja un saldo devastador para el conjunto de la Siria Natural.

En el caso de la Siria del Sur, las consecuencias son evidentes. A los más de sesenta mil muertos y cientos de miles de heridos y desplazados y la destrucción de buena parte de la infraestructura pública y privada de la Franja de Gaza, se suma la desaparición de su tejido político y la derrota y desarme total o parcial de unas milicias a las cuales solo les ha quedado un puñado de rehenes con los que negociar apenas la vida y la libertad de sus comandantes y un respiro para una población martirizada. De una y otra manera el “Plan Trump” u otro inspirado en los acuerdos Sykes-Picot, la Declaración Balfour o los Acuerdos de Oslo hacen hoy más inviable que nunca un supuesto estado de papel paradójicamente reconocido, ni más ni menos, que por 152 estados de verdad. El destino inmediato, la mancomunidad de municipios de Cisjordania desconectada sin remisión de una Franja de Gaza para cuya administración se propone a Tony Blair, británico, como Sykes o Balfour, y corresponsable directo en 2003 de una invasión de Iraq que se cobró la vida de cientos de miles de personas y se llevó por delante lo que quedaba de ese Estado hasta entonces defensor de la causa palestina.

Los sucesos de octubre de 2023 y su secuela también golpearon duramente las estructuras de la resistencia en el Líbano desgajado del resto de Siria por los franceses en 1920. El empeño de Hezbollah por abrir un nuevo frente que diera oxígeno a las milicias islamistas palestinas de Gaza –pese a discrepar con ellas en el resto de Siria, incluso por las armas- le costó la vida a su líder y principal estratega Hasan Nasrallah y a decenas de cuadros políticos y militares. Miles de combatientes del grupo murieron junto a civiles en todo el país, que volvió a ver como su precaria infraestructura era arrasada por Israel y su clase política tenía que entregarse nuevamente a los designios de Arabia Saudí, Francia y EEUU, que ya dictan a capricho órdenes económicas, políticas y militares bajo la amenaza de conflictos y fragmentaciones sectarias e incluso la pérdida de nuevos territorios a manos de sus fuerzas proxy, hoy empoderadas y a tiro de piedra de Chtaura. Como mucho, Hezbollah ya solo puede tener una agenda local y conservadora de las armas que no que quedaron fuera de combate en los dos últimos años. Entre otras cosas porque ya no tiene la profundidad estratégica y logística que le daba el Estado sirio en su anterior configuración.

Siria, 600 mil muertos y sumando

Y así es porque todavía más devastador ha sido el resultado del 7 de octubre para la República Árabe Siria, que doce años antes ya soportaba estoicamente y casi en solitario los empeños por rediseñar la Siria Natural de acuerdo a los intereses de potencias regionales y globales. Un conflicto armado impuesto que hasta la fecha se ha cobrado la vida de más de 600 mil personas, por año, casi el doble que las de Gaza y de las que pasado cierto obsceno interés propagandístico ya nadie se acuerda. Victimas silenciadas a propósito, como las más de 12 mil registradas en Siria solo los últimos diez meses, cifra que por lejos convierte a 2025 en el año más mortífero desde 2018.

Todo ello en el marco de un cambio de régimen estatal que ha dejado a la República Árabe Siria sin ejército regular ni policía, sustituidas por una agregación de milicias en su mayoría islamistas o yihadistas, cada una con sus propios mandos, protocolos de actuación y jeques para interpretar la ley islámica o sharía que ya rige como principal fuente de jurisprudencia. Milicias con yihadistas extranjeros en sus filas a las que Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rights Watch o el otrora siempre citado y hoy ignorado Observatorio Sirio de los Derechos Humanos atribuyen matanzas sectarias en la Costa siria, en Sweida, en Homs, en Hama y en otros lugares de Siria. Grupos, sin embargo, incapaces de garantizar el orden público o de imponerse en el conjunto del territorio sirio, como se ha visto en el sur o el noreste, y mucho menos de plantar cara a un Israel al que oficialmente ya no se considera el enemigo. Ello pese a que desde el 8 de diciembre de 2024 la entidad sionista ha ocupado otros mil kilómetros cuadrados del territorio sirio, donde ha situado fuerzas a veinte kilómetros de la autopista entre Damasco y Beirut, controlando el estratégico Jabal Sheij o Monte Hermón y dominando a placer buena parte del espacio aéreo sirio.

De la República Árabe Siria también han desaparecido todos los partidos políticos, al prohibirse incluso los de la otrora oposición exterior, muy distinta a la interior anti sistémica y a la representada hasta diciembre de 2024 en una Asamblea Popular con no pocas disfunciones e imperfecciones, pero en la que había diputados de siete partidos políticos distintos a los del gobernante Baaz y un tercio de diputados independientes, todos ellos elegidos por voto popular y directo. Hoy el presidente interino de Siria es quien ha nombrado a los miembros de un remedo de cuerpo legislativo, o bien directamente o designando las comisiones que después de decidir lo nombres de los candidatos han elegido ellas mismas a esos “representantes” sin mediar votación popular alguna porque apenas el 0,01% de la población ha participado en semejantes comicios. Pese a todo, los medios propagandísticos que justifican y apoyan desde hace rato esta otra vuelta de tuerca en la destrucción de la Siria Natural, estén sus sedes en Europa, EEUU o el Golfo, hablan de “primeras elecciones democráticas de la historia”.

De paso, esta Nakba 2.0 evidencia cuánto han penetrado en la mentalidad de muchos de sus habitantes los proyectos fragmentarios basados en planteamientos sectarios, de exclusivismo étnico o amparados en mezquindades regionalistas o puramente pecuniarias impuestos en la Siria Natural desde hace más de cien años por los occidentales y hoy por sus brazos ejecutores regionales. No son pocos los indígenas que con sus decisiones y comportamientos justifican a cada paso que dan la visión orientalista que los occidentales han construido de aquellos a los que Edward Said siempre llamó shamis, es decir, oriundos de Bilad al-Sham . Los mismos que en el mahjar latinoamericano, tanto entre ellos como de cara a sus conciudadanos americanos de otros orígenes, se definen todavía hoy como paisanos sin más, se sea oriundo de Damasco, Beirut, Homs, Beit Jala, Alepo, Trípoli, Belén, Sur, Safita, Gaza, Dammur o Hasakah. Hasta los latinoamericanos pueblos de acogida llamaban a todos “turcos” sin distinción, fuese el interpelado de Latakia, Al Quds, Junieh o Amman. En definitiva, sirios de la Siria Natural hoy convertidos todos en palestinos de acuerdo a la versión cosificada y hasta mercantilizada que de los mismos imponen los occidentales, los turcos – los de verdad, no en su acepción latinoamericana- y desde golfos varios, empezando por el Árabe/Pérsico y pasando por los de Maine, México, Guinea o Bengala.

Ni microscopio ni gran angular

Y así es porque de las cosas de la Siria Natural todos hablan y pretenden decidir, desde Sykes y Picot a Tony Blair. Desde Greta a Sánchez y Meloni. Desde el sultán Erdogan a unos curiosos autócratas del Golfo que sin sonrojarse jamás hablan de democracia como lo hacen de deportes que tampoco practican y a los que se les permite todo, y no solo porque tienen plata. También porque para eso fueron creados, por mucho que se presente como ataque sionista a Qatar lo que en realidad lo fue a sus algo más que huéspedes desde mucho antes del 7 de octubre. Acción por la que Benjamín Mileikowsky (alias Netanyahu) se disculpó telefónicamente ante su homólogo qatarí desde la Casa Blanca y en presencia de Donald Trump. Todo porque en un emirato con bases turcas, estadounidenses y de su creador británico en el extraño ataque a subalternos de Hamás murió un policía qatarí. Nunca ha habido disculpa alguna por los miles de muertos que el sionismo y su entidad resultante han provocado en la Siria Natural desde 1916 en adelante. 

El 7 de octubre evidencia el éxito del intencionado ocultamiento de la Siria Natural, así como la deformación de sus habitantes y de sus milenarios usos y costumbre multiconfesionales. Una proyección grotesca que olvida a conciencia que el dabke y la kufiyeh son tan de todos como el kubbe, el hummus o los rellenitos.  Resultado del deliberado intento de mirar nuestras cosas a través de un microscopio minimalista o de un objetivo gran angular atrápalo todo. Si se usa el primero, salen estados y estaditos, banderas y banderolas por doquier. Si se usa el segundo, sobre los asuntos de la Siria Natural se pueden pronunciar desde el Papa de Roma al sultán de Brunei, siempre a partir de unos prismas distorsionados que solo ven mayorías y minorías confesionales para terminar poniéndonos a todos mirando a Roma, París, Estambul o La Meca. Cualquiera habla y decide menos los sirios, los shamis, los “turcos” latinoamericanos –no los de Anatolia, claro-. Unos paisanos aún inmunes al virus del sectarismo y que aunque menos que antes, todavía hoy conservan instituciones con nombres integradores y evocadores, no de patrias chicas reales o imaginadas sino de una Patria Grande que no es incompatible con estructuras administrativas que van y vienen y que lejos de la manoseada fetichización propia y ajena solo tienen sentido si protegen a sus habitantes y sus arraigados comportamientos sociales, tan remotos y equidistantes a los de occidentales, turcos y árabes del Golfo y más allá. Por eso, y a pesar del 7 de octubre, hoy más que nunca es posible y necesario parafrasear al guerrillero heroico de la Independencia americana, “¡Aún tenemos Patria, paisanos!”.

 

 

 

► Pablo Sapag M. es investigador y Profesor Titular de Historia de la Propaganda, de la Universidad Complutense de Madrid. Es colaborador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile y académico en distintas casas de estudios de Chile, Reino Unido y Grecia. Es autor de “Siria en perspectiva” (Ediciones Complutense).

Noticias relacionadas

  • El Sur entre la resistencia y la falsa soberanía
    El Sur entre la resistencia y la falsa soberanía
  • Cuando se pretende reducir la patria al sectarismo y al terrorismo
    Cuando se pretende reducir la patria al sectarismo y al terrorismo
  • No olvidamos ni perdonamos
    No olvidamos ni perdonamos
  • Siria en la ONU
    Siria en la ONU
Ver más
Seguinos en

Editorial

Siria y su lucha por la Independencia

Tras más de un siglo desde la caída del Imperio Otomano, posteriores décadas de imperialismo franco-británico y la permanente injerencia del Occidente colectivo sobre el destino de los estados nacionales formados en su territorio, la milenaria Nación Siria sigue luchando hoy por la auténtica independencia.

Ver más
Fachada