Líbano en el ojo del huracán
Entre la resiliencia de la resistencia y la desintegración interna.
El Líbano se encuentra hoy en el centro de una tormenta regional sin precedentes, donde se entrelazan factores locales y regionales, y los efectos de las tensiones fronterizas se mezclan con temblores internos.
La división libanesa ya no es un mero desacuerdo político, sino una línea divisoria entre dos visiones: la primera ve la resistencia como una necesidad existencial para proteger el territorio, las fronteras y la dignidad nacional, mientras que la segunda ve a las potencias externas como una autoridad política e intelectual, responsabilizando a las armas de la resistencia de las crisis internas, ignorando las complejidades económicas y sociales que se han ido acumulando durante décadas.
La gran mayoría de los libaneses se mantiene firme en su apoyo a la resistencia, reconociendo que la entidad israelí nunca ha cesado sus violaciones y que la frontera oriental ya no es tan segura como antes, dadas las complejidades demográficas y de seguridad derivadas de la guerra en Siria. A pesar de las heridas y el alto precio pagado por este movimiento nacional, y a pesar de la pérdida de figuras prominentes con una presencia e influencia significativas, Palestina sigue siendo un tema constante en el corazón de un segmento de la población libanesa; para muchos, defender a los oprimidos es una extensión natural de la defensa del propio Líbano.
Sin embargo, la situación interna dista mucho de ser sencilla. Algunos de los aliados de ayer se han perdido en cálculos estrechos, ya sea por miedo o por la búsqueda de posiciones en un "nuevo Líbano" que las potencias internacionales y regionales —desde Estados Unidos hasta Israel y algunos países del Golfo— se esfuerzan por forjar, si pueden. Este proyecto pretende reconfigurar la identidad política del país sobre las ruinas de un Líbano de resistencia, profundamente arraigado en su entorno e historia.
Por el contrario, algunos segmentos de la sociedad libanesa se han apegado cada vez más a agendas extranjeras, ignorando la magnitud del colapso económico y financiero, el deterioro de las instituciones públicas y las crisis cotidianas que enfrentan los ciudadanos, como la electricidad, el agua, la atención médica, las carreteras y el alza del costo de la vida. En lugar de centrarse en abordar esta tragedia social, el debate se ha centrado en las armas y la sumisión a las presiones externas regionales e internacionales.
A esto se suma la crisis de refugiados sirios, que ha alcanzado niveles inmanejables para un país pequeño como el Líbano, generando inestabilidad demográfica, económica y de seguridad ante la falta de un plan oficial unificado para abordarla. Mientras tanto, las violaciones israelíes diarias han alcanzado niveles peligrosos, reavivando las tensiones en la frontera sur y restableciendo un estado de alerta constante.
El Líbano actual se asemeja a un lugar sin ley: partidos en disputa, comunidades religiosas movilizándose, un Estado ausente y ciudadanos viviendo en un mundo propio. En el centro de este panorama, la resistencia sigue siendo la única fuerza disuasoria, con el dedo en el gatillo, a la espera de un momento político y militar tras recuperar sus capacidades y prepararse para el campo de batalla, monitoreando los acontecimientos que podrían determinar el futuro de los frentes sur y este.
La pregunta sigue siendo: ¿Se encamina el país hacia una gran explosión o encontrará un nuevo equilibrio que evite un colapso total? La respuesta aún se debate entre la voluntad popular, las presiones externas y la resiliencia de la población, agotada por la desatención del Estado a sus problemas.
► Amin Al-Sakafi es escritor y analista político libanés enfocado en temáticas del Cercano Oriente. Cuenta con múltiples informes y artículos en agencias internacionales.
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