Israel se abre a las negociaciones a pleno bombardeo en Doha
El intento de asesinato de la dirigencia política de Hamas durante negociaciones en Qatar revela no solo la brutalidad del régimen de ocupación israelí, sino también la connivencia de Washington en una operación que viola de manera flagrante la soberanía de un Estado árabe.
Israel lanzó un ataque aéreo contra la delegación política de Hamas mientras esta se encontraba reunida en la capital qatarí para discutir la última propuesta de alto el fuego presentada por Estados Unidos. Según fuentes del movimiento, la delegación encabezada por Khalil al-Hayya sobrevivió al intento de asesinato, que buscaba descabezar al liderazgo político de la resistencia palestina en un territorio que se mantiene bajo tutela de Washington en materia de seguridad aérea.
El ejército israelí confirmó que la operación fue planificada junto al servicio secreto Shin Bet y que tenía como objetivo a figuras históricas del movimiento palestino, entre ellas Khalil al-Hayya, Zaher Jabarin e incluso Khaled Meshaal. Medios israelíes añadieron que la autorización final provino directamente del presidente estadounidense Donald Trump, cuya administración mantiene control sobre el espacio aéreo qatarí, lo que convierte la agresión en un acto coordinado y no unilateral.
Hamas denunció la acción como un nuevo fracaso en la estrategia de asesinatos selectivos del régimen de ocupación, destacando que la reunión atacada tenía por objeto evaluar una propuesta de cese al fuego. El movimiento subrayó que la operación evidencia el desprecio absoluto de Israel por cualquier marco de negociación y su voluntad de imponer la violencia como única vía.
Por su parte, el Ministerio de Exteriores de Qatar condenó el ataque con dureza, señalando que constituye una “violación criminal de la soberanía y la seguridad” del país. El portavoz Majed Al-Ansari aseguró que Doha “no tolerará semejante comportamiento temerario” y que se investigan las circunstancias del bombardeo al más alto nivel.
Desde Washington, Trump intentó deslindarse del ataque al afirmar que se encontraba “muy infeliz” y “muy mal” por lo ocurrido en territorio aliado. El mandatario aseguró haber instruido a un colaborador para advertir a Doha sobre la inminencia del ataque, aunque la alerta llegó demasiado tarde. Tras el bombardeo, Trump se comunicó con el emir qatarí y con Benjamin Netanyahu, comprometiéndose ante el primero a que “algo así no volverá a suceder en su territorio”.
Pese a sus gestos diplomáticos, el presidente estadounidense evitó una condena explícita contra Israel y calificó el hecho como un “incidente desafortunado”, reiterando que la eliminación de Hamas sigue siendo un objetivo legítimo para Washington y Tel Aviv.
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