Justicia pendiente a cinco años de la tragedia del puerto de Beirut
El expediente judicial por la explosión del 4 de agosto de 2020 podría entrar en su fase decisiva, mientras el Líbano enfrenta un escenario de tensiones internas, exigencias internacionales de desarme y crecientes amenazas del régimen de ocupación israelí.
Cinco años después de la explosión del puerto de Beirut, una de las mayores tragedias no naturales de la historia contemporánea del Líbano, la causa judicial permanece sin resolución definitiva. La explosión que dejó más de 200 muertos, 6.500 heridos y la devastación de barrios enteros en la capital libanesa sigue siendo símbolo de impunidad.
Sin embargo, el juez Tarek al-Bitar, cuya labor estuvo paralizada durante tres años por presiones políticas, estaría próximo a emitir una decisión crucial. Según fuentes judiciales, el dictamen podría superar el marco de la negligencia administrativa e implicar responsabilidades penales directas, incluso por posible intencionalidad en la detonación.
Alta tensión por presiones externas
El retorno de al-Bitar a la investigación coincide con un contexto político de alta tensión. El primer ministro Nawaf Salam, en un acto conmemorativo, reiteró su compromiso con la “verdad como base de la justicia” y reafirmó la intención del Estado de monopolizar el uso legítimo de la fuerza. Estas declaraciones se producen días antes de una sesión clave del Consejo de Ministros que tratará la aplicación de la declaración ministerial, donde se estipula que la soberanía del Estado debe ejercerse con fuerzas propias y exclusivas, sin la existencia de armamentos paralelos.
Las presiones internacionales aumentan en esta línea. Según informes de Al-Diyar, actores occidentales exigen al Líbano establecer un cronograma de retiro progresivo de armas, exigencia que afecta directamente a la resistencia libanesa encabezada por el Movimiento Hezbollah.
El partido ha reafirmado que cualquier discusión está condicionada al cese total de hostilidades por parte de Israel, la retirada de todos los territorios ocupados y la liberación de prisioneros, elementos que considera innegociables. Fuentes del entorno de la resistencia señalan que el respaldo popular a su postura es más fuerte que nunca y que están preparados para cualquier escenario.
El debate sobre la soberanía del Estado libanés se presenta así contaminado por agendas externas. Desde el bloque de “Lealtad a la Resistencia” se advirtió sobre el intento de desviar el eje del conflicto hacia una confrontación interna, reproduciendo el esquema imperialista de dividir al frente nacional. El propio Hezbollah denunció que Estados Unidos e Israel buscan transformar la defensa de la frontera sur en un problema libanés-libanés, para consolidar su control sin enfrentar resistencia efectiva.
Simultáneamente, se registran movimientos populares que rechazan el intento de criminalizar a la resistencia y su papel defensivo. Estos sectores subrayan que la entrega unilateral de armas bajo ocupación activa equivaldría a desproteger al país ante un enemigo históricamente expansionista y agresor. El diputado Hassan Izz al-Din, en nombre de la paz nacional, abogó por un consenso interno que evite choques fratricidas y preserve la seguridad libanesa.
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