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martes, 19 de agosto de 2025

Washington presiona para poner fin a la misión de la ONU en Líbano

Por Redacción Diario Sirio Libanés

La ofensiva de la administración Trump contra la Fuerza Provisional de Naciones Unidas en Líbano (FPNUL) abrió un nuevo capítulo de disputa en el Consejo de Seguridad. Washington busca liquidar la misión en sintonía con Israel, mientras Francia e Italia remarcan que retirarla ahora abriría un vacío de seguridad que pondría en riesgo la estabilidad del país y profundizaría la violación de la soberanía libanesa.

El mandato de la Fuerza Provisional de Naciones Unidas en Líbano (FPNUL), establecido en 1978 tras la primera invasión israelí y reforzado en 2006 luego de la devastadora guerra de 33 días, vence a fines de agosto y su futuro divide a las principales potencias. La Casa Blanca, de la mano del presidente Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, impulsa un plan de desmantelamiento que incluye recortes de financiamiento y un cronograma para liquidar la misión en un plazo de seis meses. El argumento oficial de Washington es que la FPNUL “resulta ineficaz y costosa” y que el ejército libanés debería asumir de inmediato el control total de la frontera sur.

Europa, en particular Francia e Italia que aportan la mayor cantidad de tropas, insiste en que la presencia de unos 10.000 cascos azules sigue siendo fundamental. La FPNUL actúa en coordinación con las Fuerzas Armadas Libanesas, que apenas cuentan con 6.000 efectivos desplegados en la región y atraviesan limitaciones materiales por la profunda crisis económica del país. La retirada apresurada, subrayan las capitales europeas, abriría un vacío de seguridad que Israel aprovecharía para intensificar sus violaciones al territorio libanés. Como ejemplo, Francia recordó lo ocurrido en Malí, donde la salida prematura de la misión de la ONU facilitó el avance de grupos armados y desestabilizó al Estado.

En el terreno, la misión de la FPNUL no se limita a patrullar. Su mandato comprende verificar el cese de hostilidades, asistir al ejército libanés en la extensión de su autoridad en el sur y monitorear las constantes violaciones de la Línea Azul por parte del régimen de ocupación israelí. También reporta el hallazgo de arsenales y armamento no autorizado, tarea que ha sido reconocida por la propia Secretaría General de la ONU. No obstante, la misión enfrenta críticas desde múltiples frentes: sectores libaneses la acusan de indulgencia frente a las operaciones israelíes, mientras que Tel Aviv sostiene que la FPNUL “cierra los ojos” ante la presencia de la resistencia en la zona.

Detrás de esta pulseada diplomática, lo que aparece con nitidez es la convergencia entre Washington y Tel Aviv. Para el régimen de ocupación israelí, la FPNUL constituye un obstáculo a su pretensión de imponer la fuerza en el sur del Líbano. Estados Unidos, en paralelo, viene reduciendo su aporte a agencias internacionales y misiones de paz, en nombre de un repliegue presupuestario que responde menos a la racionalidad económica que a una redefinición ideológica de su política exterior, marcada por el unilateralismo y la hostilidad hacia cualquier instancia multilateral que limite sus maniobras.

El gobierno libanés ha sido claro: el país no está en condiciones de sustituir de inmediato la presencia de la FPNUL. El general retirado Khalil Helou advirtió que, sin el respaldo de la misión, el ejército debería desviar tropas desde la frontera con Siria u otras áreas críticas, debilitando aún más el equilibrio interno. En un contexto de crisis social y económica profunda, esa hipótesis supondría agravar la vulnerabilidad del Estado y abrir la puerta a nuevas formas de injerencia externa.

Israel, mientras tanto, mantiene ocupadas cinco posiciones estratégicas en territorio libanés y ejecuta incursiones aéreas casi cotidianas, justificándolas en la necesidad de impedir una supuesta reagrupación de Hezbollah. Es decir, la violación de la soberanía libanesa no es eventual ni marginal, sino estructural y permanente. 

La permanencia de la FPNUL, aunque insuficiente para frenar esta agresión sistemática, constituye al menos un resguardo parcial frente a la impunidad del ocupante.

La negociación en el Consejo de Seguridad gira ahora en torno al texto final de la resolución. El borrador europeo plantea una renovación por un año y la intención de seguir trabajando sobre un eventual retiro, pero sin plazos fijos. Estados Unidos insiste en fijar un cronograma definido para la retirada, algo que Israel apoya con entusiasmo. El pulso refleja con claridad la fractura transatlántica: mientras Europa procura evitar un estallido en la frontera libanesa-israelí, Washington busca satisfacer las demandas del régimen de ocupación y reafirmar su línea de recorte multilateral.

Para el pueblo libanés, la continuidad de la FPNUL no equivale a la solución definitiva. La raíz del problema sigue siendo la ocupación israelí y la impunidad internacional que la ampara. Sin embargo, en ausencia de una capacidad plena del Estado y ante la agresión permanente, la presencia de los cascos azules resulta un dique, aunque parcial y frágil. 

Levantarla en este momento, como pretende Washington, sería consolidar la supremacía del ocupante y dejar expuesto al Líbano a nuevas aventuras militares bajo la siempre beligerante agenda expansionista del régimen de Tel Aviv.

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