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viernes, 01 de abril de 2016

Yo, Baisano

Por Jodor Jalit

Por la recuperación del rol socioeconómico y político de las colectividades libanesa, palestina y siria.

Durante el último tiempo volvió a encenderse una llama en la colectividad. Las instituciones y sus dirigentes volvieron al ruedo. A la actividad. Despertaron de un sueño que parecía eterno en el cual se perdió toda presencia y peso político.

Entre medio, surgieron programas de televisión, radio y eventos culturales que comienzan a trascender los círculos íntimos de adictos a ideologías. Sin embargo, todavía estamos lejos de recuperar y compartir los espacios políticos, económicos y culturales perdidos.

Los sirios por un lado, los libaneses por el otro y los palestinos más allá, confirman cada vez con más fuerza su identidad particular. Y será cada vez más difícil que todos comulguen detrás de una identidad “árabe”.

Esa realidad sin embargo, no debe privarnos de poder encontrar causas comunes por las cuales trabajar lado a lado. La invasión de Líbano en 2006 es un ejemplo de eso mismo, como también lo es la intervención en Siria, y debiera ser la ocupación de Palestina.

Porque la liberación de los pueblos es una causa justa, y porque el rechazo de la violencia es una causa humana. Pero además, hay una realidad innegable que es el compartir la herencia común del destierro.

Nuestros ancestros llegaron aquí, y fundaron instituciones, inclusive antes de que existan los países tal cual hoy los conocemos, compartiendo embarcaciones, miserias y sacrificios. Más importante aún, emigraron para escapar al destino de una muerte segura.

Por eso, los relatos históricos que podamos hilvanar para justificar diferentes identidades sólo servirán para negar nuestra verdadera identidad: la diáspora. Porque podemos llevar en nuestros bolsillos un pasaporte libanés, palestino o sirio, pero la gran mayoría nació, se crió y morirá en la Argentina.

Es cierto, como dice un amigo en referencia a la pérdida del interés por nuestros orígenes, que “el barco está cada vez más lejos”. Porque con cada minuto que se consume, la tarea de recuperar el interés por la herencia se vuelve más difícil.

A pesar de los obstáculos que son cada vez más, la llama no murió. Y el renacimiento de ese fuego interior se refleja en la creciente presencia de la colectividad en las diferentes actividades que organiza.

Queda pendiente entonces, unir nuestros esfuerzos y tender puentes sobre las diferencias personales para apoyar proyectos innovadores que permitan potenciar las conquistas y reflotar aquellos instrumentos que alguna vez fueron tan útiles.

Es ésta la única vía para que la colectividad libanesa, palestina y siria alcance un rol socioeconómico y político acorde con la contribución que las mismas realizaron a la argentina.

Al final, y del mismo modo que lo fueron nuestros antepasados, nosotros somos artífices de nuestro destino.

Es obligación de todas las instituciones apoyar todas los proyectos desarrollados por miembros de la colectividad, y ninguna institución puede quedar afuera por ambiciones o diferencias personales. Y es nuestra responsabilidad como colectividad el diseño, entre adultos y jóvenes, de una estructura flexible que permita y fomente la renovación de cuadros para sostener el legado del “Baisano”.

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