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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Siria en tres palabras

Por Pablo Sapag M. (*)

El autor presenta los factores claves para definir el clima que se vive hoy en la República Árabe Siria, tras los recientes logros militares de las fuerzas leales. Un clima de clara victoria sobre el terrorismo y los proyectos cantonizadores.

Victoria, determinación y paciencia. Son las tres palabras más pronunciadas en Siria las últimas semanas. Un periodo en el que el Ejército regular ha logrado victorias como la de la montaña de Qalamún, en la frontera con Líbano y desde la que los grupos apoyados por potencias occidentales y del Golfo Pérsico internaban armas y yihadistas al tiempo que alteraban la seguridad del propio Líbano.

Eso se acabó. También el sitio al que durante casi cuatro años el autodenominado Estado Islámico sometió a los habitantes de la ciudad de Deir Ezzor, la más importante del este de Siria y fronteriza con Iraq. Eso también se ha terminado.

Como la infiltración desde Jordania a un sur de Siria también recuperado casi por completo por ese Estado miembro de la ONU que es la República Árabe Siria. El propio enviado del organismo para el país árabe Stefan De Mistura ha dicho que los grupos sublevados contra el Estado ya han perdido la guerra.

Esa sucesión de avances militares tan relevantes como ignorados fuera de Siria, explican la repetición de la palabra victoria estos días en un territorio ya casi bajo el completo control del Estado sirio. Queda la noroccidental provincia de Idlib, en la frontera con Turquía, en manos de la rama local de la red Al Qaeda y de otros grupos afines. De una Turquía que aspira a entrar en la Unión Europea dependerá la liberación de Idlib. A Ankara le basta con cerrar la frontera.

Fuera de eso la ciudad de Raqqa, donde una milicia de sirios kurdos y árabes apoyados por EE UU no termina de desalojar al Estado Islámico. Lo sucedido en Deir Ezzor permitirá cerrar también ese frente que tanto preocupa a Turquía, al internacionalismo secesionista y a quienes desconocen que la mayoría de los kurdos sirios dispersos por todo el territorio apoyan al Gobierno del Estado que los ha protegido de los históricos desmanes turcos. Tanto que en 2011 Damasco concedió la nacionalidad siria a miles de kurdos turcos que a lo largo de las décadas habían buscado refugio en Siria.

Este nuevo escenario, que supone la mayor derrota del intervencionismo imperialista desde la Guerra de Vietnam, responde a la determinación que desde el día uno de la crisis han tenido el pueblo, el Ejército y el Gobierno del Estado unitario sirio. Sabedores de que lo que se jugaba era la supervivencia de un Estado cuya misión principal es defender la multiconfesionalidad social y el carácter multiétnico de su población, la mayoría no dudó cuando se produjo el desafío desestabilizador de potencias regionales y globales ejecutado por grupos yihadistas.

En juego, también los derechos de las mujeres musulmanas y cristianas sirias, que frente a la posibilidad cierta de que se instaurara un régimen confesional, totalitario y machista han luchado por conservar sus derechos, reconocidos de antiguo por uno de los Estados más igualitarios de Oriente Medio y la cuenca mediterránea.

Esa determinación también ha llevado a los sirios a seguir dentro de lo posible con su vida cotidiana. Así, y pese a tener que jugar en estadios vacíos porque los grupos armados lanzaban proyectiles de mortero, la liga de fútbol se ha seguido disputando. Eso explica que hoy Siria esté a un paso de clasificarse para el próximo Mundial. Determinación de una selección que ha tenido que jugar todos estos años fuera de Siria y que en los últimos meses ha visto volver a estrellas sirias en las ligas de las dictaduras del Golfo Pérsico, hoy menos dadas a las presiones monetarias para lograr sus propósitos dado el fracaso de sus mercenarios sobre el terreno.

Una retirada por la puerta de atrás como la de EEUU, Reino Unido o Francia, que discretamente dejan de armar y financiar a quienes durante años llamaban “rebeldes moderados”. Grupos que intentaron dinamitar la celebración de la Feria Internacional de Damasco, que este verano ha tenido lugar por primera vez desde 2011 con éxito de participación -23 países- y de público y la determinación de relanzar una economía castigada por la violencia, el sabotaje y las sanciones impuestas al Estado sirio y su población por EEUU y la UE.

Victoria, determinación y, finalmente, paciencia. Los sirios han esperado estoicamente siete largos años hasta que el mundo ha empezado a reconocer el inmenso error cometido en Siria y sus consecuencias globales en forma de desplazamientos masivos de población y un terrorismo desbocado que golpea desde Yakarta a Londres, de Bagdad a París y de Damasco a Barcelona.

Paciencia con la que una sociedad milenaria ha aguantado, además, la ignorante incomprensión de su sofisticado carácter multiconfesional y unas complejas claves políticas que explican la inclusión en el Gobierno de connotados opositores.

Paciencia para seguir adelante con sus inéditos procesos de reconciliación nacional entre sirios en los que la amnistía, la posibilidad de seguir combatiendo al Estado y la garantía de una rendición con honor y dignidad explican tanto como los éxitos militares esta paulatina pacificación.

Siria en tres palabras. Determinación, paciencia y victoria.

 

 

(*) Pablo Sapag M. es profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid.

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