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miércoles, 03 de enero de 2018

Insomnes en Yemen

Por Jasmin Bauomy / Traducido por Redacción Diario Sirio Libanés

Viviendo con miedo a los ataques aéreos sauditas.

El zumbido de los aviones de combate sobre el cielo de Sanaa es casi constante, acechando los pensamientos de Anas Shahari mientras trata de mantener su rutina diaria frente a la guerra de Yemen. No es el murmullo de los motores a reacción volando a miles de pies sobre su cabeza lo que mantiene despierto por la noche a este hombre de 30 años de edad, sino el temor a un sonido más intenso: el de una explosión.

"Ya hemos tenido suficiente", le dice a Al Jazeera. "Hemos tenido experiencias donde los aviones matan a nuestros seres queridos. Rezamos para no ser el próximo".

Desde que la coalición encabezada por Arabia Saudita entró en guerra contra los combatientes Houthies y sus aliados en 2015, los ataques aéreos se han convertido en un evento recurrente de la vida en la capital yemení bajo control rebelde. Los ataques han resultado en masivas bajas civiles, ni siquiera casamientos, instalaciones médicas o funerales se han salvado.

Esto, combinado con la posibilidad de choques armados en cualquier momento, ha instalado entre los residentes un miedo generalizado a la muerte, incluso mientras llevan a cabo sus tareas más simples.

“La gente que ha viajado (hacia áreas de relativa seguridad) y la gente que permaneció; solo quieren saber si esta guerra va a terminar”, dice Shahari. “¿O simplemente va a continuar hasta matar a todo el mundo?”

Encerrarse en casa

Shahari es colaborador de Save the Children durante el día. Tiene una hija de un año que quiere y necesita lugares abiertos para jugar, pero ir a los parques está totalmente fuera de discusión.

De los dos parques públicos con los que Shahari está familiarizado, uno se encuentra cerca de posiciones militares que probablemente sean primeras en la lista de objetivos para ataques aéreos. El otro fue golpeado recientemente por una explosión.

"Quedarse en casa es muy aburrido para los niños", se lamenta. "Mi hija quiere salir, pero no puedo sacarla porque su seguridad está primero".

Desde 2015, los ataques aéreos han dictado el ritmo de vida de los yemeníes. Las tareas de rutina deben tener en cuenta las áreas a las que se espera sean blanco, y los probables momentos en que caerán los misiles. Esto significa evitar los caminos cercanos a las instalaciones militares u otros posibles objetivos, y solo aventurarse en momentos en que es menos probable que la coalición inicie sus raids aéreos.

Para el almuerzo, Shahari llega a un área previamente atacada por ataques que está llena de comensales. "Los mercados están ocupados, los restaurantes están ocupados, se puede ver que el comercio continúa", dice. "Es lamentable que tras unas horas, estas calles vuelvan a estar muertas".

La vida bajo la amenaza del bombardeo es mucho más que evitar las explosiones y la muerte. Un bloqueo de la coalición del territorio controlado por los rebeldes hace que lo esencial, como el combustible y los alimentos, sea cada vez más difícil de conseguir.

Desde 2015, la coalición liderada por Arabia Saudita ha restringido la entrada de productos comerciales en el país a través de los dos principales puertos de entrada de los rebeldes: el aeropuerto de Sanaa y el puerto de Hodeidah.

Shahari dice que la escasez resultante ha elevado los precios, lo que ha obligado a los yemeníes a encontrar formas creativas de asegurarse de que lo esencial dure. "Veo gente montando bicicletas en lugar de automóviles... a veces en motocicletas porque son más económicas. Yo evito conducir rápido para ahorrar combustible".

A pesar de las circunstancias difíciles, la vida normal, o al menos algo parecido, continúa para muchos.

Sukaina Sharafuddin, una colega de 27 años de Shahari en Save the Children, planea la boda de un amigo, viaja al banco para retirar dinero para su madre y piensa en maneras de mantener entretenido a su hijo de dos años.

Mientras se apresura a buscar vestidos para la gran boda, se da cuenta de que sus ropas están esparcidas por las muchas casas de las que ha tenido que mudarse para evitar los ataques.

"He reubicado a mi familia en la tercera casa", dice ella. "Hemos sido evacuados, de una casa a otra, buscando un lugar mejor y más seguro, pero desafortunadamente, aquí en Yemen, ningún lugar es seguro. Donde sea que vayas, hay una calle que ha sido atacada. Donde sea que vayas, encontrarás destrucción en las calles".

Al tratar de hacer un rápido recado al banco el fin de semana para retirar algo de efectivo que tanto necesitaba para su madre, se enfrenta a inesperados y más tempranos horarios de cierre. "El banco está cerrado, así que básicamente desperdicié combustible sin ningún motivo", lamenta. "Dios mío, no puedo creer que conduje todo el camino hasta aquí por nada".

Además de eso, ella está llena de culpa por no poder permitir que su hijo juegue afuera. Su hijo de dos años pasa días encerrado en un sótano para evitar los peligros mencionados anteriormente, y Sharafuddin a menudo llega a casa del trabajo para presenciar su frustración.

Pero la joven madre también enfrenta sus propias frustraciones acerca de cómo las comodidades más simples, dadas por sentado antes de la guerra, ahora parecen tan lejanas. El bombardeo de la coalición y el bloqueo han dejado la red eléctrica del país sin poder proporcionar energía a los residentes de Sanaa, y los generadores se secan debido a la falta de combustible.

Eso deja a millones a merced del invierno de Yemen, lo que puede causar que las temperaturas caigan a temperaturas congelantes por la noche. Muchos no tienen acceso a agua potable, y para quienes si lo tienen, el agua caliente es escaza.

Bañarse y lavarse la cara por la mañana se ha convertido en un desafío mental, dice Sharafuddin. “No tenemos estufas. Está muy frío y no es nada gracioso. Honestamente llevo medias dobles, dos pantalones y muchas capas de ropa”.

Han pasado casi tres años desde la última vez que tuvieron acceso a energía y electricidad regulares, pero tanto Sharafuddin como Shahari han encontrado una forma de lidiar con la falta de energía.

Son dos de los pocos que tienen un sistema de energía solar que les otorga electricidad durante seis horas como máximo cada día. Shahari es consciente de su propio privilegio.

"El clima es frío, y tengo un sistema solar. Puedo usarlo para iluminar la habitación... Solo puedo cargar mi teléfono y usarlo para encender. No puedo encender la estufa. No puedo encender el refrigerador. Nada en absoluto", dice, y agrega con una nota sarcástica: "Bueno, a veces podemos cargar nuestros teléfonos. Eso es tener suerte, ¿verdad?".

Ambos colaboradores tienden a suprimir muchas de sus quejas, sabiendo que muchos en el país viven en condiciones mucho peores, y según los estándares de la guerra de Yemen, se consideran afortunados.

"Soy una persona afortunada", dice Sharafuddin. "Se me considera parte de uno de los grupos minoritarios aquí que tienen mucha, mucha suerte. Quiero decir, tengo un salario, tengo un ingreso fijo, gracias a Dios... Al menos tengo una casa que está muy bien protegida. No estoy durmiendo fuera como lo están haciendo muchas familias, desafortunadamente".

Shahari y Sharafuddin también enfrentan diariamente el costo humano de la guerra. Sharafuddin ha visto niños que han perdido extremidades o han quedado cegados por los combates y los ataques aéreos, pero ella sigue siendo optimista de que se avecinan días mejores.

"Los niños no tienen nada que ver con esta guerra", dice ella. "Les quitan el futuro y no tienen nada que ver con la política. Rezo para que Yemen vuelva a ser seguro, y soy muy optimista al respecto. Realmente siento que las cosas mejorarán".

Según Save the Children, alrededor del 77 por ciento de la población de Yemen necesita ayuda humanitaria, y las Naciones Unidas advierten que el país está en riesgo de hambruna.

Más de 2,5 millones de niños no están siendo educados debido a la guerra, mientras que el daño a la infraestructura sanitaria ha hecho que el cólera afecte a más de un millón de personas.

"Las Naciones Unidas y las ONG en Yemen realmente mantienen viva a una parte significativa de la población", dice Nadine Drummond, vocera de Save the Children en Yemen. "Tienes los ataques aéreos de la coalición saudita, tienes los sistemas sanitarios deficientes... Las personas no tienen acceso a agua potable, incluidos más de ocho millones de niños.

"Hay una crisis de combustible, que sigue siendo un problema dentro del país... además de para el viaje, el combustible es necesario para generar energía, los generadores que se utilizan para las bombas, para mantener el agua limpia", agrega. "Así que los yemeníes no tienen una mínima oportunidad de descanso".

 

 

Nota: Este artículo publicado en Al Jazeera se basó en los diarios de audio utilizados para el episodio “Sleepless in Yemen” del podcast The Debrief, realizado en colaboración con la ONG Save the Children . Su autora Jasmin Bauomy puede ser seguida en su cuenta de Twitter @jasminbauomy

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