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viernes, 24 de febrero de 2017

Ginebra, la ONU y la realidad de Siria

Por Pablo Sapag M. (*)

El analista describe los puntos de interés que deben ser centro de la agenda de Ginebra.

Buscando la normalización de la vida en Siria

Esta semana está convocada por la ONU en Ginebra una nueva ronda de negociaciones sobre el futuro de Siria.

A diferencia de ocasiones anteriores, los organizadores mantienen un perfil bajo. Después de seis años de crisis en el país árabe, parece que la ONU ha entendido que es mejor trabajar con realidades y no con retóricas y expectativas mediáticas.

La realidad es que Siria no solo ha resistido sino que está derrotando sin paliativos a los grupos yihadistas que apoyados por potencias regionales y globales han intentado destruir al Estado y la sociedad de la República Árabe Siria.

Un Estado que es constitucionalmente aconfesional para garantizar la esencia de la sociedad siria, su carácter multiconfesional único en el mundo. Un mosaico de cristianos y musulmanes de distintas denominaciones que cohabitan en esa casa milenaria y cuna de civilizaciones que es Siria.

Su existencia misma es lo que ha estado en juego estos años. Por eso, ante la amenaza de una confesionalización del Estado por parte de grupos islamistas fanáticos y la cantonalización y fragmentación de Siria, la inmensa mayoría de la población se ha alineado con el Gobierno sirio más allá de las legítimas críticas que a su gestión pudiesen hacer en distintos ámbitos.

Es esa realidad la que la ONU pero también la Unión Europea y países como España no han sabido o querido entender, favoreciendo así el trasiego hacia Siria de yihadistas de todo el mundo. Hoy derrotados en buena parte del territorio sirio, están volviendo a sus lugares de origen.

La propia fiscal encargada del yihadismo de la Audiencia Nacional española Dolores Delgado advertía no hace mucho que hasta treinta mil de esos combatientes ya han regresado a Europa desde Siria e Iraq. Un proceso que se ha acelerado tras la liberación en diciembre de los barrios del este de la ciudad de Alepo que en 2012 habían sido ocupados por los grupos extremistas.

Esa victoria del Ejército Árabe Sirio ha cambiado radicalmente la situación sobre el terreno. Ahora en Siria ya solo quedan cuatro frentes de importancia. En los demás el Estado ha consolidado su control con una combinación de recursos militares pero también políticos.

De todos los instrumentos políticos que desde 2011 emplea el Gobierno para superar la crisis, el más importante son los Procesos de Reconciliación Nacional que lleva adelante desde principios de 2012 el ministro a cargo de la cartera del mismo nombre.

Se trata del opositor interno Ali Haidar, a quien el presidente sirio Bashar Al Asad encargó la complicada misión de negociar la pacificación de cientos de barrios y pueblos de toda Siria ocupados por los grupos armados.

El escaso apoyo político de estos últimos les impedía crear una administración paralela a la del Estado y extender la misma a otras zonas, pero eso no evitaba que se atrincheraran en sus posiciones impidiendo la normalización de la vida en pueblos y barrios.

Haidar y su equipo contactan con los líderes religiosos y comunitarios de cada zona que actúan de garantes en la entrega pactada de armas y la renuncia a la violencia a cambio de una amnistía total.

Los Procesos de Reconciliación Nacional, además, permiten que quienes no quieran rendirse vayan a otras zonas de Siria a seguir combatiendo al Estado.

Como resultado de estos innovadores y genuinamente sirios procesos de reconciliación nacional, miles de combatientes se han reintegrado a la vida civil o a las Fuerzas Armadas, la Defensa Nacional o la Policía. Otros, muchos menos, han podido marchar a Idlib y a otras zonas periféricas de Siria desde donde siguen combatiendo al Estado en esos cuatro frentes aún abiertos.

A ello también contribuyen las negociaciones impulsadas por Rusia en Astana (Kazajistán), donde participan el Gobierno sirio, grupos armados opositores y también Turquía e Irán. Se trata de conversaciones mucho más discretas y realistas que las de la ONU.

La nueva cita en Ginebra debería servir para reconocer la realidad sobre el terreno en Siria y para iniciar los esfuerzos de lo que de verdad debería ocupar a la comunidad internacional: el combate al terrorismo y el apoyo a la consolidación de la normalización de la vida en Siria para que los desplazados puedan volver más rápidamente de lo que ya lo están haciendo.

Todo lo demás solo se puede y debe discutir donde corresponde: en Damasco y entre sirios. La seguridad europea también depende de ello.

 

 

(*) Pablo Sapag M. es profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid.

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