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Tribuna y debate
viernes, 19 de agosto de 2016

De deportes, política y ocupación

Por Jodor Jalit

Las manifestaciones políticas en espacios públicos, y particularmente los deportivos, tuvieron un momento destacado esta semana y merecen una breve reflexión.

Durante un partido de la ronda clasificatoria para la fase de grupos de la Copa de Campeones de Europa, la Brigada Verde, un sector de la hinchada del Celtic FC escocés, mostró banderas del Estado de Palestina ante la salida a la cancha del Hapoel Be’er Sheva israelí. El hecho no pasó desapercibido para el público, y las máximas autoridades del fútbol europeo están analizando penalizar a la institución escocesa.

La prensa internacional se hizo eco del hecho, al tiempo que prefirió resaltar el rebelde historial de The Bhoys –mote despectivo asignado a los hinchas del Celtic FC-, compartiendo una lista de sanciones de UEFA contra Celtic FC. En la lista se destacó la violencia física, el uso de bengalas y la muestra de consignas políticas de su hinchada, y la mala conducta de sus jugadores.

En total, el Celtic FC fue sancionado ocho veces entre 2011 y 2015. También vale la pena resaltar que no es la primera vez que The Bhoys se solidariza con el pueblo palestino, y su club es sancionado por UEFA. En 2014, Celtic FC enfrentaba al KR Reikiavik islandés mientras Israel llevaba adelante la “Operación Margen Protector”. La Brigada Verde no hizo vista gorda al conflicto, y más allá del rival, mostró su apoyo al pueblo palestino y la UEFA sancionó al club.

En ocasión de la última fecha de la Liga Premier Escosa 2011-2012, la Brigada Verde ya había demostrado su solidaridad con el pueblo palestino. Por aquellos tiempos, los presos palestinos llevaban adelante una huelga de hambre para denunciar el precario trato carcelario, y la restricción a las visitas familiares. Así las cosas, el 13 de mayo de 2012 la Brigada Verde enarboló el pabellón nacional palestino, y mostró un cartel con la leyenda “La dignidad vale más que la comida”.

“Lo hicimos en solidaridad, para llamar la atención y porque es lo correcto,” aclaró un miembro de la agrupación Brigada Verde. “Queremos que los palestinos sepan de nuestro apoyo, y también despertar interés en la sociedad civil escocesa sobre la injusticia que sufren los palestinos. Sentimos que la prensa occidental no está haciendo lo suficiente, y quisimos darle exposición al tema”.

La Asociación Escocesa de Fútbol no sancionó al Celtic FC, pero es eso justamente lo que quiere el tribunal disciplinario de UEFA respecto de lo ocurrido el pasado 17 de agosto.

¿El agua y el aceite?

Separar cualquier evento multitudinario y popular de la política es como querer separar quesos fundidos sobre una plancha de hierro. La política es parte de los condimentos y el folclore que alimentan el espíritu del entusiasta y dan color a la cita. Seguramente el tenis, el golf, el rugby, el atletismo, y otras disciplinas, que no reúnen semanalmente a miles de eufóricos plebeyos, perciban las acciones de las hinchadas de fútbol como incorrectas y merecedoras de una sanción. Y entendible dado el origen elitista de las disciplinas.

Quienes comulguen con esa línea de pensamiento se olvidan que durante la tristemente célebre Guerra Fría, las Olimpíadas era uno de los escenarios donde el capitalismo estadounidense y el comunismo ruso llevaban adelante sus batallas.

Es cierto que no se entonaban cánticos al ritmo de pesados bombos, iluminados por el brillo incandescente de las bengalas que servían de prefacio para la lucha callejera. Pero esa fría guerra por llevarse el mayor número de medallas de oro entre anglosajones y eslavos, encubría miles de muertes causadas por las guerras subsidiarias, convirtió a cada uno de las canchas, cuadriláteros, piletas y trampolines en teatros de guerra, e hizo de la entrega de medallas –momento en que se enarbola el pabellón nacional y se entona el himno nacional triunfador- la máxima declaración política.

No es que esté bien o mal mezclar deporte y política. Lo que se quiere transmitir es que cualquier intento por separarlos es inútil. Por eso, abuchear a un yudoca tras negarse a un saludo tradicional por fuera de las reglas del deporta, es pisar el palito del relato sionista e injustamente castigar a un deportista. Porque al negarle el saludo a Or Sasson, Islam El Shehaby pudo mostrar rechazo a la nacionalidad de su oponente, a los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la potencia ocupante israelí, y solidaridad con un pueblo oprimido.

Sólo Shehaby puede aclarar esta duda. Pero nadie se lo preguntó y el relato fue otro.

El punto de encuentro de todos estos castigos –los de UEFA contra Celtic FC y del público contra Shehaby- es Israel. Pero lo llamativo es que la UEFA sancione a Celtic FC y Saint Johnstone cuando sus hinchas demuestran apoyo al pueblo palestino, o los del FC Barcelona en favor de la independencia catalana, pero no cuando el Ajax y Tottenham hace lo propio respecto de Israel (ver galería).

La UEFA argumenta que la política debe quedar fuera del estadio, pero sus dirigentes no entienden que el fútbol es del pueblo. El fútbol no es de la elite. Nunca lo fue. De hecho, en la medida en que los deportes busquen mayores réditos económicos, se alejarán de la elite y se acercarán a la plebe. Porque como recordó José Natanson en su última columna publica por Le Monde: la república democrática es la única forma de gobierno en la que las masas pueden infundirles miedo a quienes las gobiernan.

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