La división de Irak
Occidente ha optado por combatir al reaccionario y monstruoso Estado Islámico a través de fuerzas locales amigas. En otras palabras, occidente que invadió Irak y allanó el camino ante el surgimiento de este mutante no pretende asumir sus responsabilidades ni reconocer sus errores por cuanto estos no son como tales sino parte de su estrategia para la región descripta en el proyecto del Nuevo Medio Oriente.
Las armas provenientes de distintas potencias occidentales empezaron a llegar en cantidades a la región para que las “fuerzas amigas” se encarguen de esta tarea y evitar de esta forma el uso directo de personal militar occidental que ya cumplió en el pasado el grueso de las tareas preliminares que condujeron a la actual situación a partir de la invasión a Irak del 2003. Hoy la tarea de occidente es ir a la región a cosechar los frutos de su estrategia, esto es la consolidación de la división de Irak.
Es dentro de esta estrategia que las potencias occidentales han resuelto seleccionar a sus “fuerzas amigas” destinatarias de casi toda la ayuda efectiva de armamento: los kurdos. Es así que las armas enviadas por occidente para combatir a su obra maestra del califato fueron dirigidas a las fuerzas separatistas kurdas en vez de ser destinadas, como debería haber ocurrido, al Estado Iraquí o a lo que ha quedado del mismo.
Han resuelto asimismo olvidar años de enfrentamientos y amenazas y dejar en manos de Irán la tarea de apoyar a las fuerzas leales al gobierno iraquí que en los hechos hace tiempo perdió su calidad como tal y se había convertido en representativo casi exclusivo de la comunidad chiita lo que ayudó a empujar a la comunidad sunita a caer en manos del Estado Islámico como única alternativa de supervivencia.
Evidentemente, todo parece indicar que estamos viviendo la etapa de consolidación del proyecto de división de Irak. Por un lado, la entrega de armamento pesado a los kurdos, agregada a la decisión de encomendarles tamaña tarea de luchar contra el Estado Islámico, y convertir la región del Kurdistán en refugio de otras minorías como la cristiana y la yasidi, no hará más que cumplir el viejo sueño separatista kurdo de establecer un estado en el norte de Irak que Israel ya ha avisado que sería el primero en reconocerlo.
Al mismo tiempo, el apoyo iraní en armamento y logística a las milicias y combatientes chiitas reforzará el hecho consumado vigente actualmente de un estado chiita en el sur del país, mientras que la batalla, que se sabe que será limitada y prolongada, reforzará el otro hecho consumado del Estado Islámico sunita cuyas fronteras están por ser definidas a la luz de los acontecimientos.
En estas circunstancias, no quedan más que ceñidas esperanzas que albergamos para que los líderes iraquíes de todas las comunidades religiosas y étnicas recapaciten acerca del oscuro futuro programado y se convoquen a un gran acuerdo que podría salvar al país de este nefasto desmembramiento.
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