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viernes, 30 de septiembre de 2016

Monseñor Siluan, ciudadano argentino

Por Redacción Diario Sirio Libanés

S.E.R. Metropolita Siluan de Buenos Aires recibió la ciudadanía argentina en la Casa de Gobierno en el marco de un acto solemne e histórico.

A la ciudadanía venezolana y libanesa ahora se le suma la argentina. Monseñor Siluan recibió el documento a manos de la vicepresidente de la Nación, Gabriela Michetti en el Salón de Eva Perón de la Casa Rosada, el cual estuvo a cargo del Dr. Marcelo Bruno dos Santos, Juez Federal Subrogante, quien realizó la lectura de la sentencia judicial correspondiente al otorgamiento de la ciudadanía, como así también la toma de la jura. En este marco, Diario Sirio Libanés pudo entrevistar a Monseñor para que exprese sus palabras frente a este hecho tan significativo para él.

-Logró conseguir su tercera ciudadanía… Cuéntenos un poco de su historia de vida

-Así es. Soy hijo de padre libanés, de madre siria, nacido en Venezuela y naturalizado argentino. Por lo que tengo la ciudadanía venezolana y también libanesa y ahora la argentina. Viví cinco años en Venezuela, pero mi padre siempre tuvo el deseo de criar a sus hijos en su tierra natal, así que en 1972 nos trasladamos con toda mi familia a Líbano. Allí estudie en el Colegio de los Hermanos de La Salle de Trípoli. Años más tarde ingresé a la Universidad Jesuita de Beirut donde me recibí de ingeniero electrónico en 1990. Trabajé en Beirut y París como analista y jefe de proyecto en el desarrollo de programas para bancos e instituciones financieras internacionales en Medio Oriente y Europa occidental. Pero en el ’94 decidí renunciar a mi trabajo y comencé e a estudiar Teología. Egresé de la licenciatura en el 2000 y en el 2001 realicé una maestría en Teología. En realidad, siempre quise servir a la Iglesia, era un deseo presente desde que termine la secundaria, pero aun no tenía muy claro lo que es servir en realidad. Entonces mi madre me recomendó vivir un poco la vida y esperar. Y eso hice.

-¿Y qué significa servir?

-Es lo que dije cuando recibí la ciudadanía el otro día. Recibí tanto en mi vida -afecto, crianza, educación, conocimiento, oportunidad-  que tengo la necesidad de compartir todo eso con el otro. Servir es compartir. Y Argentina es un país donde se puede servir mejor. Servir para mi es dar una oportunidad para que el otro pueda crecer y que también pueda servir. Porque puede crecer y puede ser egoísta o puede crecer y servir para ayudar a los demás. Tiene un gran sentido para mí que la persona pueda crecer. El Evangelio nos enseña amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo, y eso significa que si el otro tuvo oportunidad tú también mereces tenerla. Yo he visto que muchas veces ofrecemos lo que nos falta, pero ese es el misterio más lindo de la vida: cómo uno se supera y ayuda a los demás. Nuestros antepasados, por ejemplo, no tuvieron la oportunidad de estudiar, pero lo primero que hicieron es ofrecer a sus hijos tener una buena educación. O los hombres que escapan de Siria hoy, en lo primero que piensan es en el futuro de sus hijos y hacen un gran sacrificio para darle una oportunidad a sus hijos y que puedan crecer. Es un sentido muy lindo en la vida, porque ahí se encuentra el amor.

-¿Cómo fue el proceso de otorgamiento de la ciudadanía argentina?

-Comencé el trámite el año pasado y lo que me costó fue conseguir algunos papeles de Venezuela pero por suerte unos primos míos que aún viven allá me lo facilitaron. Una vez que reuní todos los papeles me entregaron la ciudadanía con la especificidad de que el acto fuera en la Casa de Gobierno. Esto se dio porque algunos integrantes de nuestra comunidad quisieron que el momento de la entrega sea especial como lo fue en Chile para nuestro Arzobispo Monseñor Sergio, a quien también el gobierno chileno le entregó la ciudadanía en un acto protocolar en el Congreso de aquel país. Entonces pensaron ¿por qué no hacerlo también en Argentina? Y así fue como un integrante de nuestra comunidad intercedió en hacer ese pedido frente al Congreso de la Nación y la vicepresidente pensó en que la velada fuera en la Casa Rosada. A mí me gustó que sea en ese lugar porque es la casa de los argentinos y yo estoy aquí para todos, no sólo para algunos. Por la función que cumplo acá en el país y, además por haber sido el acto el día del nacimiento de la Virgen, para mi tuvo un gran sentido esta entrega en ese lugar. Cuando me preguntan hasta cuando me quedaré en Argentina, siempre contesto que hasta morir y ahora puedo decir que mis huesos en ese momento ya serán argentinos.

-¿Y qué siente ahora al ser ciudadano argentino?

-Siento una felicidad muy grande. Hace tiempo que pedía fuerza, porque servir aquí a veces no es una cuestión simple.

-¿Por qué?

-Porque el trabajo con la gente desde el lado espiritual es una labor grande que necesita mucha paciencia y la gente hoy en día vive en una sociedad de consumo y más individualista que antes y así no logran ver realmente qué es la Iglesia. La gente está muy inmersa en lo material. Creo que se está viviendo una secularización de lo espiritual  muy grande, entonces dirigirse a la gente es un trabajo que requiere de mucha paciencia, mucha comunicación y comunidad. Si uno no se espiritualiza se hace carne y, precisamente, el materialismo y el consumo lleva al hombre a eso sin darse cuenta. Y de esta forma, se llega a pensar que el hombre es el centro y el Ser supremo. Por eso, para mí la ciudadanía significó una renovación de mi alma, un volver a empezar, volver a ver todo con nueva energía y nuevos ojos, con todo lo que aprendí. Ver a los argentinos con otros ojos, de otra manera. Y dediqué esa consagración a San Siluan y a la Virgen.

-¿Qué le diría a los argentinos para invitarlos a renovarse?

- Que tienen que cambiar de eje. En lugar que el hombre sea el eje central de la vida, que sea Dios. Porque San Siluan dice que el hombre hoy por su orgullo no puede ver a Dios como centro de su vida y eso hace que se tome como importante lo material, en donde se entra en un círculo de necesidades ficticias y de satisfacción de estas necesidades ficticias, porque hay una producción que siempre necesita estar liquidada. Y todo se pierde en esa corriente que lo único que hace es llevar al hombre para bajo cuando lo que en realidad necesita es ir para arriba. Pero la Fe, la oración y la vida de la Iglesia lo que hace es, precisamente, poner a Dios en el centro, dirigiéndose hacia él en dos actitudes: en agradecimiento y purificación  y es así que el hombre podrá renovarse; la vida de la Iglesia permite esa renovación. El espíritu necesita su vianda, si uno no reza, si no se viven los misterios, si no hay comunidad entonces no hay renovación. La Fe cuando se vive en comunidad permite que el hombre pueda fortalecerse y renovarse.

- Con respecto a esto que marca, ¿están desarrollando con la Iglesia algún tipo de actividad?

-Si, por suerte nuestras parroquias están muy bien organizadas y desarrollan actividades con frecuencia y a nivel nacional. Tratamos de realizar varias actividades reuniendo a todas las edades que van desde clases de catequesis para los niños hasta campamentos y encuentros en para jóvenes y adultos. También hacemos encuentros anuales de tres días para las mujeres en Buenos Aires o en Córdoba y para los hombres que trabajan en las comisiones directivas de los centros ortodoxos hacemos retiros. Además hay retiros para los sacerdotes, el primero se realiza en la gran Cuaresma, en marzo y el otro a fin de año que adquiere el aspecto de un seminario.

-¿Qué se busca con esas actividades?

- Formación espiritual y comunidad entre todo el país. Desarrollamos nueve actividades a nivel nacional por año,  lo cual es bastante, pues ninguna Institución religiosa ni de nuestra comunidad hace este tipo de trabajo.

-Para terminar, ¿cómo ve usted a la Argentina?

-Me remontaré a la experiencia que tuvo San Siluan cuando era niño. Una vez en su pueblo en 1870, su padre –iletrado- recibía siempre a los viajeros en su casa, ya que no había hoteles en aquel entonces. Y un día recibió a un librero y este empezó a decir que Dios no existe. Al día siguiente, Siluan le dijo al padre ‘Papa usted me enseña a rezar todos los días a Dios, pero ese hombre dice que Dios no existe’. Entonces el padre le contesta: ‘Yo me equivoqué, pensaba que ese hombre me iba a enseñar algo bueno pero parece que es un ignorante’. A partir de eso, San Siluan dijo que cuando fuera grande buscaría a Dios en todo el mundo. Pero cuando tuvo 19 años, estaba trabajando con su hermano y escuchó a la señora que preparaba la comida hablar de un peregrinaje que hizo a un monasterio para rezar a un Santo, quien escuchaba todas sus oraciones. Entonces, San Siluan dijo que si Dios escucha todas nuestras oraciones, Dios está en todas partes y entendió que ya no necesitaba buscarlo por todo el mundo. Y de esta forma pienso para la Argentina; este es un país santo porque Dios está aquí y en todas partes. Siempre querré ver a la Argentina  en su imagen más excelsa. Y lo más del país ya esta está en sus símbolos patrióticos como la Bandera y el Escudo, pero también está en su Himno nacional. Ese Himno para mí es un Himno de la resurrección, empieza diciendo ‘Oíd mortales el Himno sagrado, libertad, libertad’; llama a la liberación y a vivir esa liberación de cada uno y de todo el país. En un acto por el Bicentenario realicé una invocación en Tucumán y cite al Himno nacional, refiriéndome a los que nos dejaron, nuestros próceres como símbolos de la Patria, quienes cantaron ‘Juremos con Gloria morir’, gloria jurada que permitirá renacer al país y hacerlo feliz. Y mi deseo es vivir esa realidad de la Argentina al recibir la ciudadanía.

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